La muerte súbita, reglamentada
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Más de siete años transcurrieron y tres administraciones diferentes desfilaron desde la sanción de la llamada ley de muerte súbita sin lograr su reglamentación. Nuestros legisladores no lograron sortear la inveterada costumbre de procrastinar sin importar cuántas vidas hubieran podido salvarse. La flojera legislativa pudo haberse cobrado, según se estima, unas 280 mil vidas, a razón de 109 por día y 40 mil al año.
El sistema de prevención integral a fin de reducir la morbimortalidad súbita de origen cardiovascular contempla la instrucción básica en primeros auxilios y en maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP), así como la presencia de un aparato desfibrilador externo automático (DEA) aprobado por la Anmat, que aplique una descarga eléctrica para restablecer el ritmo cardíaco del afectado. Generalmente se trata de personas sin mayores antecedentes que no presentan síntomas o que estos son seguidos de muerte en no más de un par de horas por lo que la premura en aplicar el choque eléctrico se vuelve clave. Se calcula que si se da dentro de los primeros 10 minutos la sobrevida es del 75%.
Precisamente la reglamentación que llega recién ahora detalla en qué lugares públicos y privados de acceso público será obligatorio contar con desfibrilador y capacitar al personal a cargo. La lista es larga. Si bien no se establece una fecha, se mencionan estadios y centros deportivos y recreativos, cárceles, comisarías, centros de salud y establecimientos de salud mental. Se suman a la obligatoriedad aquellos espacios que tengan una afluencia, o permanencia, de más de mil personas diarias. En el caso de aviones, embarcaciones o trenes, cuando su capacidad supere las 100 personas deberán también contar con el referido DEA, en lugares de fácil acceso y debidamente señalizados.
El trabajo con el Consejo Federal de Salud llevará la implementación de la ley también a las provincias.
Con solo 14 años Beltrán Bombau perdió la vida en 2014 en un conocido club céntrico sin que nadie pudiera asistirlo con RCP. Sin descanso, su papá golpeó infinidad de puertas para lograr la reglamentación que hoy celebramos y que promueve el trabajo conjunto entre sociedad y sistema de salud para salvar vidas.