La memoria de Borges
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Jorge Luis Borges ha sido, tanto en vida como tras su muerte, la más importante figura literaria de nuestro país y, como incansable viajero, fue un gran amante de Buenos Aires, una metrópolis a la que supo rendir culto.
Traducido a casi todos los idiomas imaginables y presente en todas las bibliotecas de las universidades del mundo, admirado por conciudadanos y extranjeros, la ciudad que lo reconoció como ciudadano ilustre en 1973 lo siente vivo.
Luego de su fallecimiento, María Kodama, su esposa y heredera, impulsó la Fundación Borges, en procura de mantener su legado. A la muerte de ella, sus sobrinos fueron declarados herederos legítimos de la sucesión y de los derechos emanados de su obra.
Sin embargo, sin pretender interferir en lo más mínimo en el manejo de su patrimonio físico ni de los importantes derechos intelectuales transmitidos a su muerte, la ciudad de Buenos Aires reclama la posibilidad de honrarlo en aquellos objetos materiales dotados de enorme valor moral, precisamente por ser los suyos. Es verdad que ya hay una placa en el edificio que habitó en la calle Maipú, y hasta es posible que se haya preservado su escritorio de la Biblioteca Nacional, aquella que inspirara el verso del poema de los dones: “Símbolos, cosmos y cosmogonías brindan sus muros, pero inútilmente…”. Ante una obra que solo se agiganta con los años, el deseo de seguir honrándolo se multiplica.
Federico Pinedo, Eduardo Tallarico, Adolfo Tamini y José Luis Ibarzábal solicitaron y obtuvieron el dictado de una medida de no innovar sobre bienes muebles, libros anotados, documentos, papeles personales, condecoraciones, su biblioteca personal, entre otros elementos inventariados en la Fundación Borges y en los domicilios de María Kodama. La decisión cautelar no está firme, pues los herederos la han apelado, pero es de desear que se confirme o se llegue a un acuerdo razonable que, sin afectar el derecho de propiedad de los herederos, permita preservar el patrimonio cultural de la ciudad, tan íntima e históricamente ligada a Borges como titular indiscutido.
De esta forma, todos aquellos que quieran honrarlo, sean locales o extranjeros, podrán rendirle culto, no solo en su obra, sino pudiendo apreciar también aquellos objetos que lo rodearon en vida. Sería deseable que la valiosa iniciativa encuentre justo cauce para memoria del más grande hombre que las letras le dieron a este país.