La masacre de Bucha
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Las imágenes de fosas comunes y de civiles acribillados en las calles de Bucha, algunos atados de manos y con disparos en la cabeza, son propias de un cuento de horror. Esta brutal matanza es considerada uno de los peores crímenes de guerra ocurridos en Europa tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el Kremlin se desentendió de las atrocidades, al afirmar que se trataba de una nueva provocación y una mentira de Occidente.
El Ministerio de Relaciones Exteriores ruso afirmó que Estados Unidos había ordenado imágenes de civiles muertos como parte de un complot para culpar a Rusia. Sin embargo The New York Times publicó un análisis de imágenes satelitales que refuta la hipótesis rusa.
Son varios los países que hablan de genocidio. Otros han pedido que Putin sea considerado un criminal de guerra y juzgado por crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional. Tal el caso del presidente estadounidense, Joe Biden, que no solo reiteró que Vladimir Putin es un criminal de guerra, sino que anunció que impulsará un juicio internacional y buscará la suspensión de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
La población ucraniana soporta la peor de las guerras y la sed de venganza de Putin, pero ello no le impidió documentar desde el inicio de la invasión las violaciones de los derechos humanos que abarcan los ataques indiscriminados a instalaciones sanitarias, centros educativos y edificios destinados a vivienda.
La escalada de esta masacre debe hallar una nueva respuesta por parte de los países occidentales. Esclarecer cuanto antes la responsabilidad de las atrocidades cometidas en Bucha y seguramente en otras ciudades de Ucrania es un imperativo moral indeclinable. Tanta barbarie no puede quedar impune.