La longevidad, un activo
MADRID.- En 2040 España alcanzará a Japón como país más longevo del mundo, según un estudio publicado en la revista The Lancet. Ambos tendrán una esperanza de vida media superior a los 85 años. En estos momentos, en Japón es de 84,5 años y en España, que ocupa el quinto lugar mundial, de 83,2. El envejecimiento es una tendencia imparable que las sociedades avanzadas viven de forma ambivalente: por un lado, dedican grandes esfuerzos económicos y científicos a alargar la vida; por otro, presentan el envejecimiento de la población como un riesgo para el Estado de bienestar. No deberíamos dejarnos llevar por planteamientos binarios. La mayor esperanza de vida es un gran logro vinculado al progreso social y económico. Se han ganado muchos años de vida con buena salud. Las personas viven más, pero también en mejores condiciones de contribuir a la colectividad.
Lo que estas previsiones exigen, y cuanto antes mejor, es adoptar medidas para asegurar condiciones de bienestar colectivo para todos y tratar de minimizar los efectos negativos. El problema de la actual coyuntura es la combinación de una mayor longevidad con una caída brusca de la natalidad. En el caso de Japón, la tasa de fecundidad ha caído hasta 1,3 hijos por mujer. En España, todavía más: 1,19. Eso significa que la proporción de jubilados respecto de la población activa será cada vez mayor, lo que hace necesario compensar una parte con inmigración.
Una de las formas de lograr un mayor equilibrio es incentivar la prolongación de la vida activa. La jubilación debe ser un derecho, no una obligación. Desde este punto de vista, Japón está mejor situado que España, pues las personas de entre 60 y 64 años que mantienen la actividad laboral alcanzan el 90%, mientras que en España es del 60%. En las últimas décadas, en España se ha abusado del recurso a la jubilación anticipada como mecanismo de reestructuración empresarial. La tendencia ahora debería ser la inversa: incentivar la prolongación voluntaria de la vida activa más allá de la edad legal de retiro.
El segundo gran desafío es reducir la carga de dependencia que el envejecimiento conlleva. Hay que promover una vejez activa, porque es buena para la salud, mejora el estado de ánimo y combate el aislamiento social. Con el alargamiento de la vida también aumentan las patologías crónicas que, si no reciben la atención adecuada a tiempo, pueden desembocar en dependencias prematuras. Para esto es también vital reforzar el sistema sanitario, especialmente la Atención Primaria. El envejecimiento es un fenómeno común a toda la Unión Europea, que en octubre pasado emitió un documento con recomendaciones para hacerle frente. Ese documento hacía énfasis en la necesidad de aplicar políticas estructurales que resumía en cuatro ejes de actuación: conciliación familiar, juventud, personas mayores e inmigración legal. Las recetas están ahí para preparar una realidad tan cercana como ineludible.