La liberación de una periodista italiana en Irán
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En reiteradas ocasiones nos ocupamos desde este espacio de condenar el accionar del atávico régimen iraní que mantiene a las mujeres sojuzgadas, castigándolas con penas injustificadas de todo tipo. Los maltratos se extienden también a visitantes aun cuando el ingreso cumpla con los requisitos exigidos.
La periodista italiana Cecilia Sala, del diario Il Foglio, había ingresado a Irán el 12 del mes último con visa para una estancia profesional con el fin de documentar la vida en dicho país, información que posteó en sus redes y que mostró a algunas mujeres sin la hijab. Fue detenida en Teherán cuando procuraba regresar a Roma sin que se dieran razones precisas, acusada de “comportamientos ilegales”. Se supo que estuvo en aislamiento en la famosa prisión de Evin, que aloja a disidentes, que le retiraron sus anteojos y que se la obligó a dormir en el suelo. El 27 de diciembre se difundió la situación y el hashtag #freeCeciliaSala inundó las redes sociales junto con las manifestaciones de solidaridad en su país.
El ingeniero iraní Mohammad Abedini había sido detenido tres días antes en Milán, bajo orden de arresto de Estados Unidos, acusado de “exportar a Irán componentes electrónicos sofisticados” que habrían sido utilizados en un ataque que mató a tres militares americanos en Jordania, violando las regulaciones de Estados Unidos y las sanciones contra Irán. Este país negó las acusaciones estadounidenses respecto de que la detención de Sala fuera un chantaje.
El ministro de Relaciones Exteriores italiano, Antonio Tajani, había exigido la liberación inmediata de la joven de 29 años a comienzos de este mes. Un intenso trabajo diplomático y de inteligencia fue puesto al servicio de su celebrado regreso a Italia, concretado anteayer en el avión de la presidencia del gobierno italiano. Incluso, referentes de la oposición se sumaron a los elogios por las exitosas gestiones que incluyeron una visita de la premier Georgia Meloni a Donald Trump.
Reporteros sin Fronteras expresó su “inmenso alivio” al tiempo que reclamó la liberación de los 25 periodistas que aún permanecen en cárceles iraníes. Irán conserva detenidos a ciudadanos occidentales o de doble nacionalidad para utilizarlos como moneda de cambio a pesar de que pretendan negar estos oscuros fines. Ese régimen es uno de los más represivos de la actividad periodística, en particular a partir de las protestas de 2022 tras la muerte de Mahsa Amini.