La intoxicación plástica
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Las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) reporta que los seres humanos producimos más de 430 millones de toneladas de plástico al año, dos tercios de los cuales son productos de uso acotado. En las últimas dos décadas, la producción se duplicó.
Los beneficios de los innumerables usos del plástico se desvanecen cuando se evalúa el enorme costo ambiental asociado, no solo en términos económicos sino también en daños irreparables para los ecosistemas. En 2011 nacía en Australia el movimiento “Julio sin Plásticos” para crear conciencia y desincentivar su uso. Abrumada por una montaña de residuos, su mentora, Rebecca Prince-Ruiz, descubrió que más importante que reciclar es no crear residuos y para ello, nada mejor que cambiar hábitos de consumo. Su propuesta consiste en elegir un plástico por día durante este mes para eliminarlo de la propia cotidianeidad. El año pasado este movimiento ambiental movilizó a 89 millones de personas en el mundo.
Unplastify es una empresa social que trabaja para prevenir la contaminación plástica y regenerar los océanos, sumando para ello más adhesiones en la gestión responsable de los productos a lo largo de toda su vida útil. Hacen foco en empresas, escuelas y gobiernos. Advierten que si no hacemos algo, para 2050 existirán 12 mil millones de toneladas de desechos plásticos en vertederos y océanos. Más preocupante es pensar que, además, más seres vivos -esto incluye a los humanos- tendrán microplásticos en sus organismos, un fenómeno que se extiende con imprevisibles consecuencias.
Considerando que vivir sin plástico parece ya imposible, los pequeños cambios son muy importantes: hay que celebrar cada logro y contagiar los progresos. Podemos imaginar un mundo sin plásticos descartables y hacerlo real. El mayor impacto se logra cuando uno logra “desplastificar” también a otros generando cambios sistémicos, como en una escuela o una oficina que suprime los vasos o los sorbetes descartables. Terminar con los plásticos de un solo uso es uno de los desafíos y para ello se necesita promover prohibiciones, multas o refuerzo de su reciclaje. También hay que ahondar y educar sobre conceptos como biodegradable cuando no se detallan las condiciones ambientales para la biodegradación.
Unplastify difunde informes sobre las regulaciones vigentes en cada país y su cumplimiento. En la Argentina en los últimos tres años han aparecido nuevas regulaciones a nivel municipal y provincial, pero en el orden nacional no se aprobó ninguno de los muchos proyectos presentados: siete que aguardan hoy tratamiento mientras el resto ya perdió estado parlamentario. Los productos más afectados por las regulaciones locales son sin duda las bolsas plásticas, como también ocurre en el resto del mundo. Pero no se incluye la prohibición de su producción. Tampoco hay regulaciones que incentiven la transición hacia materiales alternativos de menor impacto ambiental.
Desde la cuarta Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Nairobi 2019) se consensuó la reducción de plásticos de un solo uso para 2030. El tema ya está en agenda. Pero “desplastificar” es un verbo que aún no está en el diccionario a pesar de que se impone a una velocidad alarmante. Todos debemos aprender a conjugarlo.