La importancia del diálogo
Revista Criterio
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La Argentina comenzó el año 2024 con expectativas de profundos cambios de orden estructural, como consecuencia del triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales. Las urnas se manifestaron de un modo decisivo a favor de un nuevo rumbo. Y esto se reflejó en decretos y propuestas de leyes que, si bien no tuvieron la recepción legislativa que esperaba el nuevo gobierno, traerán consecuencias no solo en la economía sino también en la cultura y la vida social.
Si pensamos que el diálogo entendido como intercambio de posiciones y apertura a la escucha es el único camino posible para un país en crisis desde hace ya varias décadas, las formas elegidas por Milei para iniciar su mandato no fueron las mejores. Esto no implica juzgar sus intenciones, sobre todo si pensamos que debe enfrentar numerosos intereses corporativos que únicamente estarán dispuestos a negociar a cambio de concesiones que podrían desvirtuar el nuevo proyecto. La política pretende cambiar la realidad; para esto demandará diálogo, pero también una cuota de confrontación.
Las constantes referencias a la “casta”, por su agresividad e imprecisión, parecen incompatibles con la necesidad de construir consensos políticos. El gobierno de Milei no tiene suficiente poder real (provincias, legisladores, etcétera) y el mayor peligro es caer en una parálisis por ausencia de gobernabilidad. Más que llevar a la Argentina a un autoritarismo populista de nuevo signo, podría terminadr aislado incluso frente a la oposición más cooperativa.
El diálogo y la tolerancia siguen siendo necesidades imperiosas tanto entre los ciudadanos como de la Argentina con el resto del mundo. Un diálogo abierto, orientado a un mejor conocimiento recíproco entre los interlocutores y a una búsqueda cooperativa de intereses en común. Un diálogo amplio en el que el Gobierno debe dar el ejemplo convocándolo y sosteniéndolo a lo largo de su mandato.
Se abre un año de sesiones ordinarias y esperamos que los legisladores sepan estar a la altura del desafío, evitando caer en la morosidad o en el obstruccionismo sistemático, para no dejar espacio a la fantasiosa pretensión de gobernar por medio de plebiscitos y decretos.
Deseamos que el esquema de pensamiento económico que caracteriza el discurso del nuevo Presidente no impida tener permanentemente presentes los rostros y las preocupaciones de las personas de carne y hueso que están detrás de la asepsia técnica de las cifras.