La historia no absolverá a Fidel ni tampoco a Cristina
Por diferentes vías, el líder de la revolución cubana y la actual vicepresidenta de la Argentina arruinaron a sus países sin justificativo alguno
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“La historia me absolverá”, sostuvo Fidel Castro en 1953. Quizá Cristina Kirchner no sepa que, tan pronto el cubano cerró su alegato en el juicio por el asalto de la Moncada con su célebre predicción autoindulgente, fue derecho a la cárcel durante casi dos años hasta que una amnistía lo liberó y pudo terminar en México, donde conoció al Che Guevara.
El líder cubano fue condenado por intentar una revolución, palabra que rima con corrupción, pero cuyo significado es bien distinto. Una cosa es levantarse en armas por “vergüenza contra dinero”, como era la consigna de los amotinados, y otra cosa es no tener vergüenza para robar dinero del Estado. Ella repite la frase del Comandante siguiendo la enseñanza de su marido: “La izquierda te da fueros”.
Las milicias que acompañaban a Fidel aquel 26 de julio carecían de recursos, dormían a la intemperie y comían lo que podían. Los acólitos de la vicepresidenta que ahora pretenden movilizar el país no sufren privaciones pues viven del trabajo ajeno. Gerencian poderosas cajas oficiales, tienen empleos públicos, saben de sobreprecios y retornos, de cobrar subsidios y de gratificar a parientes, correligionarios y amigos. Aunque usen pecheras y salten en paravalanchas, no militan por ideales, sino para preservar sus canonjías. Sus bastones de mariscales simbolizan privilegios de casta y no méritos personales.
La alianza kirchnerista aplicó un populismo autoritario para ganar el poder y tapar la corrupción bajo formas democráticas
Los “barbudos” castristas que atacaron el cuartel de la Moncada pretendían voltear al gobierno de Fulgencio Batista en una cruzada por la regeneración del Estado cubano; los “imberbes” (Perón dixit) que rodean a su lideresa defienden un Estado cooptado y degenerado por ellos mismos. Si el 8 de enero de 1959, cuando Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y el Che Guevara entraron en el Palacio Presidencial de la Habana, hubiesen encontrado a los camporistas, sindicalistas y políticos que reivindican aquella gesta para esquilmar al soberano, los habrían llevado al paredón acusándolos de “gusanos”.
Fidel Castro no solo condenó a tres generaciones de cubanos a sufrir una dictadura cruel para aplicar una doctrina equivocada, sino que también la exportó a toda América Latina mediante “guerrillas de liberación”. Montoneros fue el brazo armado del socialismo nacional en la Argentina y llegó al poder durante la breve gestión de Héctor Cámpora. Que la agrupación que vitorea a la vicepresidenta se considere heredera de esa facción terrorista es una farsa para adueñarse de aquella mística mientras sus integrantes cobran adicionales, retroactivos y viáticos. Solo les preocupa blindar un Estado que no necesitan derribar, pues ya lo controlan en su provecho.
La isla de José Martí es una pieza de museo, un resto arqueológico de un experimento fallido sin parangón en el mundo. Nada para absolver, todo para condenar. En ausencia de mejores referentes, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, se alinea con Vladimir Putin, el asesino del pueblo ucraniano, y se somete a Irán, donde se cuelga a los disidentes de una grúa. Y el kirchnerismo lo imita, para continuar el relato y buscar protección de otros demagogos regionales.
Por distintos caminos, Fidel y Cristina lograron arruinar a sus países sin justificativo alguno. En la Cuba actual, la población es pobre, carece de libertad tanto como de buena alimentación, de medicamentos y de elementos esenciales para una vida digna. Sin la Unión Soviética detrás, el marxismo quedó al desnudo como el ensayo inviable de una élite alucinada. En la Argentina, la alianza peronista aplicó un populismo autoritario para ganar el poder y tapar la corrupción bajo formas democráticas. Como resultado, la mitad de la población es pobre y una generación de jóvenes está fuera del mercado laboral, por falta de educación y hábitos de trabajo.
Cristina Kirchner no soporta la espera y prefiere las movilizaciones para buscar en la calle el sobreseimiento que difícilmente logre en los tribunales
Ambos desafiaron a la Justicia, con la esperanza de que el tiempo inclinase el platillo a su favor y les diera la razón. Con impaciencia, Cristina Kirchner no soporta la espera y prefiere las movilizaciones para buscar en la calle el sobreseimiento que difícilmente logre en los tribunales.
Sabe que Clío, la musa de la Historia, se dedica a inspirar a estadistas, sabios y filósofos sobre las enseñanzas del pasado y no a ocuparse de bandas delictivas que buscan su absolución. Es Némesis la diosa de la justicia distributiva que la observa en el Senado y la acecha en El Calafate. Aplicar sus sanciones esta vez le resultará fácil, aunque la inculpada mande amenazar a jueces, fiscales, periodistas u opositores para evitarlo, aduciendo encolerizada que también a ella la historia la absolvió.
La hija de Zeus tiene en su mano una sentencia firmada por tres magistrados independientes, luego de un juicio oral y público, que no podrá ser revertida sin alegar razones, recurriendo solo a agravios o ejerciendo la prepotencia.