La farsa electoral venezolana
Los vergonzosos comicios llevados a cabo en Venezuela merecieron un amplio repudio internacional, del que tristemente estuvo ausente la Argentina
El chavismo ganó sin sorpresas los comicios parlamentarios celebrados recientemente en Venezuela, marcados por la alta abstención y el llamado al boicot que hizo el sector de la oposición que respalda al líder opositor Juan Guaidó. De acuerdo con el Observatorio contra el Fraude de la Asamblea Nacional (AN) y voceros de la Unidad Democrática, la participación llegó apenas al 20%; según los datos oficiales, la concurrencia fue del 31%.
Para ocultar la baja concurrencia a las urnas, el régimen de Nicolás Maduro llevó falsos votantes a los centros electorales y ordenó la extensión del horario para el cierre del acto electoral. Las amenazas de Diosdado Cabello, uno de los máximos líderes de la dictadura, no alcanzaron. El presidente de la Asamblea Nacional Constituyente –el organismo ad hoc del régimen para sesionar en paralelo con el auténtico Parlamento– había amenazado a la población con detener el suministro de comida si no se presentaban a votar.
Estos comicios, distantes de los mínimos estándares internacionales de elecciones justas, libres, transparentes, verificables y democráticas, no despejarán los interrogantes sobre el futuro del otrora próspero país petrolero, asolado hoy por una pobreza extrema superior al 80% y una inflación de 3045%. Tras esta elección se conformará un nuevo Parlamento, de mayoría chavista, y cesarán las funciones de la Asamblea Nacional en cabeza del opositor Juan Guaidó, autoproclamado a principios de 2019 mandatario interino de Venezuela.
Las elecciones venezolanas provocaron un amplio repudio internacional que no se hizo esperar. En una declaración conjunta los gobiernos de Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Santa Lucía manifestaron que los comicios carecieron de legalidad y legitimidad y llamaron a la comunidad internacional a unirse para rechazar las elecciones fraudulentas y apoyar los esfuerzos tendientes a la recuperación de la democracia, el respeto a los derechos humanos y el Estado de Derecho en Venezuela. Y ayer el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), sin el voto argentino, desconoció los resultados de las citadas elecciones por considerarlas "fraudulentas" y por "no haber sido libres ni justas de conformidad con las condiciones establecidas en el derecho internacional".
En igual sentido se pronunciaron la Unión Europea y el Reino Unido, en tanto Estados Unidos, a través del secretario de Estado, Mike Pompeo, calificó los comicios como "un fraude y una farsa, no una elección" y anunció que seguirá considerando a Guaidó presidente legítimo.
Contrastando con el amplio rechazo internacional, el gobierno argentino no se ha pronunciado hasta el momento sobre este cuestionado proceso electoral. El silencio del presidente Alberto Fernández obedece a que sabe que cualquier definición que adopte provocará enojos en la coalición gobernante, integrada por algunos dirigentes que condenan la dictadura chavista y por otros –encabezados por la vicepresidenta Cristina Kirchner– que respaldan la dictadura de Maduro incondicionalmente.
Maduro sí recibió el respaldo de países tales como Rusia, Turquía, Irán, China, Bolivia, Cuba y Nicaragua.
El único poder que le faltaba reconquistar al régimen dictatorial de Maduro era el Legislativo, y por medio de estas espurias y fraudulentas elecciones lo ha conseguido. Sin embargo, esta pírrica victoria no le dará la legalidad pretendida.
Por su parte, el presidente interino, Juan Guaidó, ha decidido convocar a una consulta popular que se hará de manera virtual hasta el 12 de diciembre y que busca no solo permitirles a los venezolanos manifestar su rechazo al régimen, sino también validar la tesis de continuidad que esgrime el dirigente opositor: si no hay una elección legítima, los cargos escogidos en la votación previa siguen vigentes.
Como fue señalado desde esta columna, el gran reto que tiene la oposición es el de actuar unida dejando de lado las evidentes divisiones internas que entorpecen el camino hacia un cambio de gobierno que ponga fin al régimen que ha asfixiado las libertades y empobrecido hasta límites miserables al pueblo venezolano.