La escuela de la desigualdad
Las políticas educativas de las últimas décadas solo han logrado profundizar diferencias excluyendo a los más vulnerables social y económicamente
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En la Argentina, solo 16 de cada 100 estudiantes terminan la escuela a tiempo y con los saberes deseados. Aunque el ingreso al sistema escolar es masivo, y más del 90% de los jóvenes llegan al nivel secundario, el egreso muestra una altísima tasa de deserción. Además, al analizar quiénes son los que logran graduarse se evidencia que pertenecen a los niveles socioeconómicos más acomodados.
En un país en el que la escuela fue pensada para que todos pudieran acceder a la formación y también para promover la movilidad social, hace décadas que viene pasando lo contrario. Esto, que la pandemia dejó de manifiesto al exponer las diferencias en equipamiento y acceso a la escolaridad durante el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, ahora quedó demostrado por el estudio “¿Cómo son los 16? Trayectorias escolares desiguales en la Argentina”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Mariano Narodowski, de la Universidad Torcuato Di Tella, y de Gabriela Catri y Martín Nistal, del mencionado Observatorio.
Este nuevo informe indaga sobre quiénes son los 16 jóvenes (de cada 100) que logran terminar el secundario con los conocimientos básicos de lengua y matemática. Y el resultado demuestra que hoy en nuestro país no todos los alumnos tienen las mismas oportunidades, ya que ese 16% pertenece al tercil de mayor nivel socioeconómico, asiste a un colegio privado o tiene una madre que cursó estudios superiores.
Si se indaga profundamente en cómo está compuesto el grupo de alumnos que alcanza el objetivo de terminar su escolarización, se ve que ocho estudiantes pertenecen al tercil socioeconómico más alto, cinco al medio, y solo tres al más bajo. A su vez, cuando se analizan las trayectorias escolares entre alumnos de escuelas de gestión privada y estatal, se observa que los egresos satisfactorios llegan al 63,7% en las primeras y a apenas el 36,6% en las segundas.
No hay futuro posible en un país en el que desde el Estado se desconocen las fallas educativas y, además, se concibe a la beneficencia social sin exigencias ni contraprestaciones como la única y -en los hechos- fallida forma de generar inclusión
Esto demuestra que las trayectorias escolares se ven condicionadas por el nivel socioeconómico de los estudiantes, el nivel educativo de sus familias y la procedencia geográfica. “Se trata de un escenario atravesado por condiciones de desigualdad y segregación socioeconómica y educativa en el que, debido a la edad de los estudiantes, priman más las diferencias de cuna que las basadas en el mérito”, plantea Mariano Narodowski, coautor del informe.
Este especialista sostiene que se vuelve imperativo cambiar las políticas educativas que han regido en las últimas décadas, pues hasta acá solo han propiciado “mayor desigualdad y la exclusión de los alumnos más débiles. Es necesario generar otras políticas basadas en la igualdad, no meramente declarada, abriéndonos al mérito y al talento independientemente del nivel socioeconómico”.
En este escenario, lejos de ser una herramienta de movilidad social, hoy la escuela solo logra cristalizar las diferencias socioeconómicas que los alumnos traen desde sus orígenes. Es por esto que urge repensar el sistema escolar.
No hay futuro posible en un país en el que desde el Estado se desconocen las fallas educativas (vale la pena recordar los casos de provincias que permitieron que alumnos con materias previas pasen de año, por ejemplo) y que, además, concibe a la beneficencia social mediante planes de ayuda económica prácticamente como la única forma de generar inclusión, cuando lo que se logra es solo perpetuar la pobreza y la falta de estímulos educativos.
Urge abrir el debate sobre qué tipo de educación necesitan hoy los niños y adolescentes del mañana. Sin educación no hay futuro posible para nuestro país.