La enorme figura de Julio Argentino Roca
El capcioso e infundado revisionismo de un sector de la política intenta denostar la memoria y el legado de una de las personalidades más relevantes de nuestra historia
Una vez más se ha pretendido descalificar la memoria de Julio Argentino Roca, de cuya muerte se cumple hoy un siglo, con la tan absurda como infundada imputación de genocida y asesino. Estos irracionales agravios no fueron obra de un anónimo dibujante de grafitis, sino de un diputado de la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires que, para oponerse a un justo homenaje promovido en ese mismo ámbito, disparó con saña irresponsables ataques.
Cecilia de la Torre (Pro) presentó un proyecto que contempla la colocación de una placa en el monumento a Roca ubicado en la porteña Diagonal Sur, precisamente con motivo del centenario de su nacimiento. Fue el diputado Alejandro Bodart (MST-Nueva Izquierda) quien se opuso a esto, calificándolo de "barbaridad" e instando a retirar la estatua para reemplazarla por una de una mujer originaria cuyo proyecto aguarda resolución de la Comisión de Cultura.
En la historia argentina, Roca fue el presidente que gobernó más tiempo aun cuando los manuales de las escuelas secundarias hoy eluden la mención, seguramente porque para el oficialismo su perfil de militar profesional resulta incompatible con el de estadista y constructor del Estado nacional. Promotor del desarrollo económico, político y social de la República, ganó para el país inmensas extensiones que corrían el peligro de ser ocupadas por un Estado limítrofe (Chile), impulsó como pocos la inmigración, estimuló la integración territorial mediante la creación de diferentes medios de transporte, construyó establecimientos educativos señeros, encabezó una política exterior respetuosa pero firme y procuró la paulatina integración de los aborígenes a la vida del país, luego de la campaña que mucho distó de ser un genocidio como algunos indican.
En términos políticos, junto con Yrigoyen y Perón fueron ellos tres quienes lideraron los grandes movimientos que gobernaron mayormente este país y es exclusivamente en ese ámbito donde puede discutirse su figura. Sin embargo, esta apelación a la calumnia hacia Roca y otras figuras del pasado que no pueden defenderse como medio de cobrar notoriedad, a falta de proyectos útiles que justifiquen los sueldos que paga la ciudadanía para resolver sus problemas y necesidades actuales, ha sido moneda corriente en los últimos años. Se sacuden los sepulcros, se derriban los monumentos, se imprimen con fondos públicos carteles para denostar o se lanzan consignas falaces por los medios de comunicación adictos con el señalado objeto. La ignorancia sumada al espíritu intolerante que caracteriza a determinadas expresiones políticas supone que, mediante el agravio a los que en un pasado remoto o reciente brindaron su aporte al país con los errores y aciertos propios de los seres humanos, se morigerará el impacto de la falta de cumplimiento de deberes básicos hacia la sociedad. Siempre es más fácil abocarse a lanzar diatribas que probar verdadera dedicación a las funciones para las que se ha sido elegido.
Por ello, cabe subrayar el acierto de la placa que se promueve colocar en el monumento a este gran argentino. Es de desear que podamos, como nación, reivindicar la valiosa figura de Roca en lugar de seguir convirtiendo la interpretación histórica en un capricho más del oficialismo.