La economía argentina frente al cambio en los EE.UU.
Seguramente, el FMI será exigente con un país como el nuestro, obligado a endeudarse por políticas erróneas que alimentan un crónico déficit fiscal
El conjunto de medidas anunciadas por el presidente Joe Biden apuntan a tres objetivos inmediatos: reactivar la economía estadounidense, amortiguar los efectos sociales de la pandemia y acelerar su combate sanitario. Entre las varias otras señales de un cambio de orientación se decidió una reversión en la política ambiental para retornar a los acuerdos de París sobre calentamiento global. Puede decirse que el rasgo principal de la política económica inicial de Biden mira lo interno. Pondrá atención principalmente en los consejos de Paul Krugman y la heterodoxia económica. Se prevén subsidios directos a familias por un billón de dólares. Esto comprende aumentos en los subsidios por desempleo, ayudas para el pago de servicios y alquileres, y 100 millones de dosis de vacunas por inocular en los próximos 100 días.
A diferencia de Donald Trump, la campaña de Biden no puso acento en los instrumentos proteccionistas atados al lema America First (Primero América). Con el correr de los días se conocerá la orientación que les impondrá a las relaciones políticas y comerciales con China, que es en rigor el principal tema externo con incidencia en la economía estadounidense. En esta materia deberían mirarse como referencia histórica las políticas de la gestión de Barack Obama, de las cuales Biden fue actor relevante.
América Latina no parece ser una región en la que el nuevo gobierno pueda poner especial atención. Solo Cuba, Venezuela y México continuarán requiriendo la actuación del Departamento de Estado, pero en planos distintos a los de sus economías. La participación de la Argentina en el comercio exterior estadounidense es irrelevante: en 2019, solo alcanzó el 0,4% de sus exportaciones y el 0,15% de sus importaciones. No hay, además, ningún producto de importancia crítica. Por lo contrario, Estados Unidos es el tercer socio comercial de la Argentina luego de China y Brasil. Esta asimetría se explica por la diferencia en el tamaño de ambas economías. Tal situación hace menos explicables las políticas proteccionistas y discriminatorias de Trump, que, teniendo muy poca incidencia en su economía, provocaron una fuerte repercusión en la nuestra. Fue el caso, parcialmente resuelto, de los limones y los productos de acero y aluminio en los que las limitaciones a su entrada respondieron a presiones e intereses sectoriales de carácter muy específico, aunque se argumentara la existencia de dumping. En estos casos, la política del gobierno estadounidense contradijo los principios doctrinaros tradicionales de las ventajas de la libertad de comercio. En otros productos como el biodiésel, el argumento justificatorio se refirió al subsidio implícito en los derechos de exportación de nuestro país, muy distintos entre el aceite de soja y el biodiésel, que no condecían con un escaso valor agregado entre ambos. Las trabas han subsistido a pesar de las correcciones introducidas.
En la actual coyuntura económica, el comercio no constituye el tema más relevante en nuestra relación con los Estados Unidos. El alto endeudamiento público y la necesidad de continuar reestructurando la deuda asumida con el Fondo Monetario Internacional otorga al gobierno de Biden un rol relevante. Es el principal voto del organismo y arrastra a otros. A su vez, lo que se acuerde con el FMI será tomado como señal de referencia por otros organismos multilaterales y por acreedores e inversores privados. En 2018, la relación personal entre Mauricio Macri y Trump facilitó el otorgamiento en tiempo récord del mayor crédito que haya concedido el FMI. Las críticas recibidas por el organismo, que, a poco de otorgarlo debió ampliarlo y ahora reestructurarlo, han obligado a los funcionarios intervinientes a tomar sus previsiones. Nuevamente aceitar las buenas relaciones entre gobiernos y personas será necesario.
El cambio de gobierno no debería generarnos expectativas importantes. El nuevo secretario de Estado acompañó a Obama durante toda su gestión. Su designación por Biden confirma el sostenimiento de aquella política exterior. Seguramente continuará con un prudente acercamiento con Cuba, pero no alterará su condena al régimen venezolano. Debe recordarse el decreto de Obama, de marzo de 2015, que declaraba a Venezuela una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos. Se equivocarían nuestro presidente y Cristina Fernández si esperaran más suavidad de Biden y se plegaran al eje bolivariano apartándose del Grupo de Lima. Deberán saber también que serán observadas con cuidado nuestras crecientes relaciones económicas con China. Sin duda, esto es perder autonomía de decisión, pero es lo que le sucede a un país obligado a endeudarse hasta lo imposible como consecuencia de su crónico déficit fiscal. Probablemente, el FMI será exigente en el cumplimiento de un programa que acordará con el gobierno argentino. El voto del representante norteamericano convalidará una posición menos condescendiente respecto de aquella de 2018. Probablemente en los Estados Unidos volverán a primar las reglas y las políticas estables de las instituciones en un país que atravesó las imprevisibilidades de un gobierno personalista.