La destrucción del ecosistema y el origen del coronavirus
Una revisión de las causas de la pandemia nos muestra que será necesario que modifiquemos nuestra forma de vida para evitar sucesos similares
Hay una relación directa entre la pérdida de biodiversidad, las alteraciones en los hábitats naturales y la propagación de enfermedades devastadoras como la pandemia actual. Si bien no todos los estudios coinciden en que fue un pequeño mamífero insectívoro, el pangolín, la especie "huésped" que permitió el paso del actual coronavirus del murciélago a los humanos, sabemos que hubo un tránsito de la enfermedad de los animales a nuestra especie y que esto ocurrió en un entorno urbano, en la ciudad de Wuhan, en el centro de China.
Los virus zoonóticos (aquellos trasmisibles de animales a humanos) han causado las epidemias más destructivas de los últimos años: desde el VIH hasta el Ébola y desde el síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) hasta el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS). Se trata de enfermedades que dieron el salto de la vida silvestre hacia las personas, generando brotes y cobrándose millones de vidas humanas en todo el mundo. El 70% de las enfermedades en humanos vienen de animales. De ese 70%, aproximadamente la mitad proviene de animales salvajes. Por ejemplo, el MERS, que originariamente estaba en murciélagos, pasó a camellos y, luego, a humanos. Después estuvo el SARS, que también salió de un murciélago y se trasladó a unos gatos asiáticos que se llaman civetas y, más tarde, a los humanos, y actualmente tenemos este nuevo coronavirus.
Hace por lo menos una década que los científicos vienen anunciando que la perturbación de los ecosistemas podría dar lugar a una epidemia como la actual. La destrucción de los bosques que albergan tantas especies de animales y plantas, y dentro de esas criaturas muchos virus desconocidos, y el acercamiento del hombre a esos animales salvajes nos exponen al riesgo de contagios.
Thomas Gillespie, profesor de la Universidad de Emory, que estudia cómo la disminución de los hábitats naturales y el cambio de comportamiento aumentan los riesgos de enfermedades que se transmiten de los animales a las personas, asegura que los humanos están creando las condiciones para la propagación de enfermedades al reducir las barreras naturales entre los animales hospedadores del virus, en los cuales el virus circula naturalmente, y ellos mismos. Mucho más si esos animales son llevados a un mercado como el de Wuhan, un "mercado húmedo" donde los animales salvajes son expuestos vivos y luego sacrificados y vendidos como alimento o para la generación de productos derivados de diversas partes de sus cuerpos sin control adecuado.
El propio diario británico The Guardian señaló que en algunos puestos se vendían cachorros de lobo vivos, escorpiones, ratas, ardillas, zorros, civetas, puercoespines, salamandras, tortugas y cocodrilos. Allí está el epicentro del contagio y no es para menos: falta de refrigeradores, sangre derramada y excrementos de animales, que no hacen más que generar el escenario adecuado para la transmisión de los virus.
Los primeros afectados coinciden en haber visitado ese mercado antes de enfermarse, lo que demuestra que la venta de la vida silvestre debería verse por lo menos obstaculizada a escala mundial para que esta situación no vuelva a repetirse y se tomen medidas para evitarlo. En un mundo absolutamente interconectado, absolutamente interdependiente, las enfermedades viajan más lejos y más rápido que antes y esta pandemia no es sino un costo oculto de impacto planetario del desarrollo económico chino.
Según el ultimo informe de Ipbes, el comité científico internacional e intergubernamental que se ocupa de la biodiversidad y los ecosistemas en nombre de la ONU, es claro: se ha modificado el 75% del medio ambiente terrestre y aproximadamente el 66% del medio marino. Alrededor de un millón de especies animales y vegetales se encuentran en riesgo de extinción, como nunca había ocurrido hasta la fecha en la historia de la humanidad. Es por eso que muchos aseguran que estamos ante la sexta gran extinción. Todas estas acciones tienen inmensos costos humanos y económicos, como lo estamos viendo.
Es por eso que resulta esencial proteger las áreas no contaminadas del planeta, combatir el consumo y el tráfico de especies silvestres, reconstruir el equilibrio de los ecosistemas dañados y también frenar el cambio climático. En nuestro país siguen avanzando la deforestación y la urbanización sobre los humedales. La ley de bosques es tan ignorada como el avance de las urbanizaciones sobre los humedales sin que se logre sancionar una ley que los proteja.
Estos días en los que el mundo se ha replegado para combatir la pandemia serán fundamentales para repensar un nuevo acuerdo que busque alcanzar una relación más armónica con el entorno. Sin duda, los cambios más radicales no serán los que hagamos voluntariamente, sino los que nos serán impuestos a la fuerza por las circunstancias. Una revisión de las causas de esta pandemia nos muestra que será necesario que modifiquemos nuestra forma de vida si queremos evitar que estos procesos se aceleren en los próximos años. Los ecosistemas constituyen la red de protección natural contra epidemias y catástrofes.