La desesperación de Kicillof para que sobreviva el populismo
La corrupción, la presión impositiva para financiar el gigantismo estatal y la intención de quedarse con Aerolíneas definen la decadente gestión provincial
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El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, se ha convertido en una de las últimas esperanzas del populismo estatista. A contramano de las ideas que impulsa el gobierno nacional y de una sociedad que expresa su hartazgo frente al déficit de las cuentas públicas financiadas por una mayor presión tributaria y por políticas inflacionarias, el mandatario bonaerense ha dado en los últimos tiempos sobradas muestras de su permanente afán por mantener un sector público tan gigantesco como ineficiente.
Por si fuera poca la herencia que le dejó al país tras su paso por el Ministerio de Economía y la millonaria sentencia de la Justicia neoyorquina que condenó al Estado argentino a pagar más de 16 mil millones de dólares por la expropiación de acciones de YPF, Kicillof se ha dado recientemente el lujo de reclamar Aerolíneas Argentinas para la provincia de Buenos Aires antes de que se disponga su privatización. Y continúa siendo fiel a las tan extravagantes como tristemente célebres frases: tiempo atrás, había expresado que “medir la pobreza es estigmatizar a los pobres”; en los últimos días, afirmó que “si no hubiera Estado, no habría verano”. Por cierto, se trata de un anuncio tan vacío de contenido como las proclamas del dictador venezolano Nicolás Maduro disponiendo el adelantamiento de la Navidad o la creación del Ministerio de la Felicidad. Tan solo algunas pinceladas de la demagogia y el intervencionismo característico de los gobiernos populistas.
La gestión de Kicillof al frente del distrito bonaerense ha sido hasta el momento representativa de un paternalismo estatal solo útil para la prolongación del clientelismo y del gasto ineficiente –solo en su segundo mandato fueron incorporados más de 70 mil empleados públicos–, antes que para asumir sus funciones básicas. Entre ellas, la seguridad de los bonaerenses, tan descuidada por tanto tiempo, como lo revelan los continuos episodios de delincuencia común y los hechos violentos asociados al narcotráfico. Resultará difícil que se pueda dar solución a este problema cuando, además de las sospechas de corrupción que siguen recayendo sobre la policía bonaerense, el gobernador ni siquiera ha podido cubrir una de las cuatro vacantes que hay en la Suprema Corte de Justicia, reducida hoy a solo tres miembros sobre siete, ni avanzar con la aprobación de pliegos de más de 200 jueces de diferentes fueros.
La administración provincial está plagada de nichos de corrupción y de estructuras cooptadas por burócratas insensibles
Cada vez más alejada de la necesaria transparencia y eficiencia, la administración provincial está plagada de nichos de corrupción y de estructuras cooptadas por burócratas insensibles ante la natural demanda de servir al bien común. Basta citar las demoras que insume cualquier trámite en el Registro de la Propiedad provincial y en la Dirección de Catastro, por citar apenas un ejemplo. El atraso de la provincia ha quedado también de manifiesto frente al rechazo por parte del gobernador a adherir al Régimen de Incentivo para las Grandes Inversiones (RIGI), que aprobó el Congreso de la Nación.
En materia institucional, el oficialismo bonaerense rechaza la posibilidad de una ley de ficha limpia, al tiempo que el caso Chocolate desnudó vergonzosas complicidades para convertir a la Legislatura provincial en una guarida de “ñoquis” que alimenta las cajas del poder político.
Por si algo le faltara a esta degradante gestión, Kicillof es hoy presa de su propio partido y de las diferencias políticas con Cristina Kirchner y La Cámpora, así como de las presiones de no pocos intendentes, que buscan ponerle fin a la ley que en el año 2016 limitó las reelecciones de los jefes comunales. Como corolario, y como consecuencia de la crisis dentro del propio kirchnerismo, el gobernador se ha quedado al menos por ahora sin ley de presupuesto para este año.
Para dar solución al crónico desequilibrio fiscal, a Kicillof solo se le ocurre echar mano a una mayor presión tributaria, una estrategia a la que se suman algunos municipios, con tasas que están asfixiando a los sectores productivos, como el campo. Y para compensar su debilidad política, el mandatario provincial ha recurrido a una siniestra alianza con el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio “Chiqui” Tapia, a quien repuso en la Coordinación Ecológica Área Metropolitana (Ceamse), a cambio de que la entidad rectora del fútbol se haga cargo de la puesta en valor del Estadio Único de La Plata y, probablemente, de una foto con Lionel Messi y la selección argentina que se le viene negando al kirchnerismo desde que nuestros futbolistas alzaron la Copa del Mundo en Qatar.