Cumbre del clima
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Bajo una inusual presión de los países petroleros, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático realizada en Bakú, capital de Azerbaiyán, culminó con acuerdos claves, aunque no exentos de controversia. Entre las decisiones más destacadas está la creación de mercados globales de carbono y el establecimiento de una meta de financiación climática para los países más vulnerables. Se fijó en 300.000 millones de dólares anuales para 2035 la contribución de los países desarrollados –responsables del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero– a las economías en desarrollo. Este monto, aunque significativo, queda lejos de los 1,3 billones de dólares anuales que habían solicitado los países más afectados. La financiación incluirá subvenciones y préstamos a bajo interés, pero deja a países como China, el mayor emisor de CO2 del mundo, y a los ricos Estados del Golfo fuera de la lista de aportantes obligatorios, dado su estatus de países “en desarrollo” en el marco de la Convención de 1992. Sus contribuciones serán solo voluntarias. Ante esa situación, diversos líderes coincidieron en que, para muchos países vulnerables, esperar hasta 2035 podría significar “la diferencia entre la supervivencia y la devastación”.
Otro avance fue la aprobación de un mercado global de carbono regulado por normas de la ONU, así como el comercio bilateral de emisiones entre países. Estos mercados permiten generar créditos de carbono mediante proyectos como reforestación o energías renovables en naciones menos desarrolladas, beneficiando tanto a los emisores como a los receptores de financiación climática.
Lamentablemente, la cumbre marcó retrocesos. La declaración final, a diferencia de la histórica resolución de Dubái del año pasado, omitió referencias explícitas al abandono de los combustibles fósiles. Este cambio refleja la influencia de Arabia Saudita, respaldada por el país anfitrión, una economía sustentada en un 80% sobre la exportación petrolera, que logró suprimir menciones incómodas para los grandes productores de petróleo y gas.
La participación argentina en la COP29 se vio empañada por la decisión del Gobierno de retirar a su delegación. Este movimiento abrupto, alineado con la postura crítica del Poder Ejecutivo hacia las políticas climáticas, dejó vacíos en grupos claves como el G-77 más China y el bloque sudamericano liderado por Brasil. La Argentina, históricamente activa e incluso líder regional en estas negociaciones, se autoexcluyó de discusiones cruciales sobre financiamiento climático, perjudicando sus propias oportunidades de obtener recursos para enfrentar los daños ya visibles del cambio climático en el país.
La retirada también priva al país de ejercer influencia en decisiones de impacto futuro. Participar en estos foros no significa aceptar todo lo que se discute, sino estar presente para defender intereses estratégicos y que no se ignoren las necesidades de desarrollo en las negociaciones globales.