La Cumbre de las Américas y las dictaduras
El encuentro regional no puede ser un ámbito para apañar tiranías, como las que imperan en Cuba, Nicaragua y Venezuela
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La IX edición de la Cumbre de las Américas, que se desarrollará en Los Ángeles, California, hasta pasado mañana, continúa generando fricciones diplomáticas con Washington.
Brian Nichols, subsecretario estadounidense para América Latina y el Caribe, había adelantado la posición de Joe Biden respecto de que los países que no respeten la Carta Democrática de las Américas no recibirían su invitación. Cabe recordar que la Cumbre es una instancia de encuentro exclusivamente para las democracias del hemisferio, según lo establecido en la Cumbre de Quebec, Canadá, en 2001: “Cualquier alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático en un Estado del hemisferio constituye un obstáculo insuperable para la participación del gobierno de dicho Estado en el proceso de Cumbres de las Américas”.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, había mostrado su disconformidad con la decisión del presidente Biden y condicionó su presencia a la invitación de los tres gobiernos latinoamericanos, posición a la que se sumaron los gobiernos de Luis Arce, de Bolivia; Jair Bolsonaro, de Brasil; Xiomara Castro Sarmiento, de Honduras, y los países caribeños de la Caricom. Posteriormente, el mandatario brasileño cambió de posición y confirmó su presencia en la Cumbre.
El presidente Alberto Fernández adhirió a la posición mexicana y hasta último momento vaciló entre aceptar o no la invitación formulada por el gobierno de los Estados Unidos. En su condición de presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) insinuó, además, la realización de una contracumbre para desafiar la negativa de Washington a invitar a Los Ángeles a Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Cuba tiene alrededor de 1000 presos políticos
Tras escuchar las opiniones de López Obrador y de Nicolás Maduro que lo alentaron a concurrir, además de los consejos del embajador en Washington Jorge Argüello, y la confirmación de la reunión bilateral con el presidente Biden para el mes de julio, el mandatario argentino desestimó la realización de la reunión paralela que había imaginado y confirmó su participación en la Cumbre.
La decisión del mandatario argentino de abogar por la presencia de los regímenes dictatoriales de Cuba, Venezuela y Nicaragua resulta una nueva incongruencia, teniendo en cuenta que la Argentina preside el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDH). Desconocer que dichos derechos se violaron y se violan sistemáticamente en los tres países solo puede entenderse a partir de la identificación ideológica del gobierno nacional con quienes los gobiernan.
Según la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW), Cuba tiene alrededor de 1000 presos políticos, incluidos unos 700 que fueron arrestados durante protestas pacíficas en todo el país en julio de 2021. Unos 115.000 cubanos, más del 1% de la población de la isla, han huido del país en los últimos siete meses, según la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos.
Entre los más recientes ejemplos de la represión en Cuba, se encuentran las durísimas sentencias contra los arrestados durante las protestas pacíficas del año pasado, incluidos los autores de “Patria y Vida”, la emblemática canción de oposición al régimen. Algunos de los manifestantes han sido condenados a hasta treinta años de prisión por supuestos cargos de sedición.
La Nicaragua de Ortega y Murillo se convirtió en una inmensa cárcel para los opositores
En Nicaragua la situación no difiere mucho. El gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo estableció una dictadura feroz, considerada incluso peor que la ejercida por la dinastía Somoza. Nicaragua se convirtió en una inmensa cárcel para los opositores. Los dirigentes que trataron de competir por la presidencia con Ortega el año pasado fueron encarcelados y enfrentan condenas arbitrarias, acusados de terroristas y culpados por delitos inexistentes.
Por su parte, Venezuela sufre gravísimos problemas políticos, económicos y sociales, agudizados a lo largo de los últimos años. Las condiciones de vida son deplorables: elevadísima pobreza, falta de alimentos, medicamentos y educación, sistema sanitario deficitario y niveles de criminalidad e inseguridad ciudadana que se encuentran entre los más altos del mundo.
No menos importantes han sido los informes de la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, confirmando que las fuerzas gubernamentales de Venezuela han cometido ejecuciones extrajudiciales, además de advertir el aumento de la persecución y el hostigamiento contra la sociedad civil y contra organizaciones humanitarias.
Las tres dictaduras presentan otros denominadores comunes: han pisoteado y violentado la libertad de prensa y expresión, clausurando diarios y radios o encarcelando periodistas, toda vez que consideran al periodismo independiente como un enemigo permanente; han destruido la independencia del Poder Judicial, designando jueces adictos, indispensables para convalidar sus aberrantes acciones, y empobrecido a la población a costa de enriquecer a los burócratas de turno gracias a una rampante y extendida corrupción.
La Cumbre de las Américas no debe ser un ámbito para apañar tiranos. Dejar afuera a las tres dictaduras del continente es ajustarse a lo resuelto en Quebec en 2001. En momentos en que los populismos autoritarios ganan terreno en la región, resulta necesario aunar esfuerzos para fortalecer instituciones, valores y principios democráticos.