La crisis entre Estados Unidos e Irán
La decisión de Estados Unidos de asesinar al comandante de la siniestra Guardia Revolucionaria iraní, Qasem Soleimani, tensó al máximo las relaciones entre ambos países y puso al mundo frente a la amenaza de un conflicto armado. Irán replicó con una docena de misiles contra las bases de las fuerzas norteamericanas estacionadas en Irak. Pero, curiosamente, lo hizo sin causar víctimas norteamericanas, lo que generó la sospecha de que había sido decidido de esa forma.
Los norteamericanos justificaron su acción en que Soleimani estaba al mando de operaciones violentas terroristas cuya materialización era inminente. Sorpresivamente, el trágico derribo de un vuelo comercial ucraniano, admitido por Irán como un error, cambió el eje del conflicto. La información de inteligencia disponible no permitió que nadie falseara lo sucedido, pese a que el primer intento de Irán se encaminaba a ello.
Los EE.UU. han incrementado recientemente su presión sobre Irán con una nueva batería de sanciones económicas que lastiman a la sufrida población de ese país, sometida por los clérigos, que ejercen el gobierno con mano dura.
El gobierno de Irán mantiene su objetivo estratégico de empujar a los norteamericanos fuera de Medio Oriente, mientras, al mismo tiempo, procura afianzarse como potencia regional. Sus esfuerzos han logrado éxitos, como evitar la caída de Bashar al-Assad en el conflicto de Siria.
El acuerdo de la comunidad internacional con Irán sobre el peligroso programa nuclear del país persa está debilitado. Por una parte, los Estados Unidos lo han dejado de lado desde mayo de 2018. Por la otra, Irán lo está incumpliendo.
No es imposible que Israel o los Estados Unidos, si la situación actual se mantiene, decidan atacar las instalaciones nucleares iraníes para neutralizarlas, lo que volvería a poner a las partes muy cerca del abismo de una guerra abierta y prolongada.
Si Irán se transforma en una potencia nuclear, el riesgo de una devastadora confrontación militar aumentará exponencialmente. Por ello, resulta necesario que se mantenga vivo el acuerdo que limita la posibilidad de que Irán sea una potencia nuclear.