La crisis económica exige responsabilidad y autocrítica
El festival de populismo electoral y la falta de timón y de rumbo son terreno fecundo para fogonear un descalabro cambiario
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Al tiempo que la crisis socioeconómica se acelera, de la mano de un festival de populismo electoral que no ha hecho más que fogonear la inflación e incrementar la pobreza, las irresponsables declaraciones de uno de los candidatos presidenciales con serias chances de triunfar han avivado el incendio. Las imágenes que muestran en estos días las entidades bancarias reflejan la huida del peso y la desconfianza general en las autoridades nacionales, y no son muy diferentes de las tristes escenas que vivimos los argentinos en otras épocas, signadas por las consecuencias de un déficit fiscal crónico al que se intenta irresponsablemente ponerle fin con una emisión monetaria descontrolada y con medidas dirigistas e intervencionistas que solo agravan los males hasta paralizar la inversión y la actividad económica.
Horas atrás, el postulante presidencial de La Libertad Avanza, Javier Milei, fue objeto de fuertes críticas luego de que recomendara a los argentinos desarmar sus depósitos a plazo fijo en pesos e insistiera en que “el peso no puede valer ni excremento”. Habrá que reconocerle a Milei que no es la primera vez que formula semejante advertencia. En varias de sus intervenciones mediáticas, al menos desde 2018, afirmó lo mismo con palabras casi calcadas. Nadie le puede exigir que actúe con hipocresía, renegando de sus propias ideas. Pero eso no implica que deje de lado la responsabilidad que le cabe en el presente momento, cuando una frase puede desatar una corrida bancaria que terminará agravando la ya de por sí difícil situación.
Unos días antes, en momentos en que los dólares informal y financieros volvían a escalar prácticamente sin frenos, el candidato libertario había dicho que cuanto más alto estuviera el dólar, más fácil sería dolarizar la economía. En otras palabras, pareció decir que cuanto peor, mejor.
El ministro de Economía se desentendió de su rol para priorizar sus ambiciones electorales, desperdiciando otra gran oportunidad para avanzar en un programa de estabilización
En un documento titulado “Responsabilidad democrática”, cuatro cámaras que agrupan a los bancos que operan en la Argentina expresaron, un día después de conocerse las afirmaciones de Milei, que “una democracia fuerte requiere de instituciones sólidas y de una dirigencia política madura y responsable”. El comunicado de la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba), la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), la Asociación de Bancos Públicos y Privados de la República Argentina (Abappra) y la Asociación de la Banca Especializada (ABE) instó a los candidatos presidenciales a “evitar hacer declaraciones infundadas que generen incertidumbre en la gente y volatilidad sobre las variables financieras”. Señaló también que más allá de que “nadie discute la fortaleza del sistema financiero, con altísimos niveles de capital y liquidez”, recomendar no renovar los depósitos “no hace otra cosa que generar preocupación en un sector de la población”.
Sin desconocer la importancia de que, en este último tramo de la campaña electoral, los postulantes a la jefatura del Estado actúen con la responsabilidad y vocación de servicio que de ellos se espera, sería importante que quienes hoy critican los dichos del líder libertario empleen la misma contundencia para advertirle públicamente al ministro y candidato Sergio Massa sobre los gravísimos errores de una gestión cuyos pésimos resultados están hoy a la vista.
Desde sectores del propio oficialismo se ha dicho que quien no es un economista responsable nunca será un presidente responsable, y que Milei actúa de forma antipatriótica con tal de arañar votos. Sin desmedro de que, efectivamente, sea así, deberían admitir que las causas de que hoy la Argentina vuelva a estar cerca de un proceso hiperinflacionario no son otras que los desaciertos de un gobierno cuyo ministro de Economía, en una gestión fallida dirigida a aumentar audazmente su poder, se desentendió de su rol para priorizar sus ambiciones electorales, sin dudar en recurrir al más rancio populismo, desperdiciando otra gran oportunidad para avanzar en un programa estabilizador que pusiera coto al desenfrenado gasto público y al impuesto inflacionario, que es definitivamente el más regresivo de todos los tributos.