La condena a Sarkozy
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Tras las esperadas condenas por lavado de dinero contra Lázaro Báez y miembros de su familia inmediata, las investigaciones apuntan al denominado “delito precedente”. En esta nueva etapa, aparece una vez más en el horizonte inmediato la sombra de la vicepresidenta Cristina Kirchner, por su presunta vinculación con la cadena de pagos ilegales que son objeto de examen en la causa de los cuadernos de las coimas.
Para quienes suponen equivocadamente que los expresidentes gozan de una pretendida impunidad respecto de los hechos que conforman su gestión pasada, ha llegado una mala noticia desde Francia. El cuestionado expresidente Nicolás Sarkozy acaba de ser condenado a tres años de prisión por los delitos de corrupción y tráfico de influencias, por haber intentado abusar de su posición para obtener información sobre una investigación de la que él mismo era objeto directo, referida a la financiación de su última campaña electoral.
La noticia aludida confirma que los exmandatarios galos carecen de privilegio alguno cuando se los investiga por actos de corrupción o por conductas manifiestamente ilegales. Sarkozy cumplirá ahora la pena impuesta en su propio domicilio, con un brazalete electrónico como mecanismo de vigilancia remota.
Es lo que corresponde. En una república, todos los funcionarios por igual deben naturalmente hacerse cargo de las consecuencias de sus respectivas conductas. La responsabilidad que les cabe es irrenunciable y la transparencia debe ser siempre garantizada ante los ciudadanos.
Nadie tiene privilegios de ninguna naturaleza en esa delicada materia. En rigor, cuanto más alta es la función que se desempeña o ha sido desempeñada, mayores son el deber de vigilancia y la necesidad de asegurar la correcta tarea en el ejercicio del poder.