La Argentina y la Bienal de Venecia
A partir de 2012, nuestro país podrá ocupar un pabellón propio en la muestra, un hecho histórico para el arte local
La firma de un comodato para la cesión de uso exclusivo de un pabellón en los Arsenales de la Bienal de Venecia por los próximos 22 años tiene un significado tan profundo para el arte y para los artistas argentinos, que excede el mero marco político.
Paolo Baratta, presidente de la Bienal, lo señaló muy bien: "Es una manera de retribuir a la Argentina su formidable aporte al arte de nuestro tiempo". En sus palabras quedaron contenidos los premios recibidos por Antonio Berni y León Ferrari en la más antigua bienal de la tierra. También Julio Le Parc, argentino con ciudadanía francesa, que ganó el codiciado León y sembró polémicas por ello. Creadores de la talla de Guillermo Kuitka, Aurelio Macchi, Luis Felipe Noe, Leandro Erlich, Graciela Sacco y el talentoso Adrián Villar Rojas, elegido este año para representarnos con una imponente obra, conforman el mágico universo de los artistas que se han hecho acreedores de tan destacado espacio.
La Bienal de Venecia fue fundada por el rey Humberto de Saboya, en 1895, con la intención de crear una plataforma universal donde las naciones pudieran mostrar el arte en plena producción. En 1901, la Argentina envió a Venecia la obra de Pio Collivadino y fue el primer país de América latina en participar de la madre de todas las bienales. Sin embargo, la Argentina nunca tuvo pabellón permanente, como sí tienen Uruguay, Brasil y Venezuela, y los países centrales, que ocupan la avenida de plátanos bautizada Harold Szeemann en honor al curador suizo que por dos veces dirigió la Bienal. Francia, Gran Bretaña y Alemania exhiben sus imperiales edificaciones como una muestra del poder de los Estados, y son una vidriera de alta legitimación para sus artistas.
En este escenario, la Argentina había quedado fuera y cada dos años estaba obligada a peregrinar por el laberinto veneciano para alquilar una locación donde exhibir el envío. En los últimos años, fueron alquilados el oratorio de San Filippo Neri, el Ateneo Veneto y, en la edición anterior, un piso alto de la librería Mondadori, cerca de la plaza de San Marcos. A pesar de las buenas intenciones de la Direccion de Asuntos Culturales de la Cancillería, responsable de organizar el envío, elegir el curador y el artista, ninguno de estos lugares tuvo ni tiene la visibilidad del espacio expositivo central formado por los pabellones de los Giardini y por los Arsenales, los viejos depósitos de armas, memoria de la Venecia guerrera, marítima y comercial. Es allí donde la Argentina tendrá desde el año próximo 500 metros cuadrados asegurados por 22 años, con un pago de dos millones de euros, que es el valor de la restauración del viejo galpón militar. Cabe recordar que dicho espacio también se aprovechará para la Bienal de Arquitectura.
Un grupo de artistas especialmente invitados, críticos de arte, marchands y seguidores del arte, fueron testigos de una página histórica para la difusión del arte argentino en el mundo. Acostumbrados a un país con poca proyección en políticas culturales, nos alegra vislumbrar el cúmulo de oportunidades que seguramente se abrirán para nuestros artistas.