La Argentina y Maduro
Desde hace dos años, el valiente Juan Guaidó ha enfrentado el autoritarismo del régimen de Nicolás Maduro, que, de la mano de Cuba, ha venido transformando, paso a paso, su propio gobierno en una dictadura.
El llamado Grupo de Lima ha acompañado a Guaidó desde el plano regional, con la participación, ahora ruidosamente silenciosa, de nuestro país. Pero Maduro, con el sugestivo endoso externo de Irán, China, Turquía y Rusia, se ha aferrado al poder, sostenido por las cúpulas de sus Fuerzas Armadas, notoriamente infectadas por la tolerancia y adhesión a su activa participación en el narcotráfico.
Más de cinco millones y medio de venezolanos han huido, emigrando de un país que, en los hechos, ha eliminado las libertades individuales y condenado a su población al hambre y la pobreza. Toda una tragedia de enorme impacto que no puede desconocerse.
En busca de consolidar su poder absoluto, Maduro convocó a una fraudulenta elección nacional para designar los miembros de una nueva Asamblea Nacional que respondan a su voluntad.
Solo el 31% de los venezolanos concurrió a las urnas. Maduro, que dice haber obtenido el 67,6% de los sufragios así emitidos, no puede calificar en modo alguno lo ocurrido como un triunfo que le provea legitimidad. Ante todo esto, más de medio centenar de países confirmaron su reconocimiento a Guaidó como presidente interino de Venezuela.
Nuestro país acaba insólitamente de enviar a uno de los miembros de segundo nivel de su actual representación diplomática en Caracas a presenciar la asunción de los nuevos y cuestionados asambleístas. Nuestro poco valiente y cómplice silencio dentro del Grupo de Lima se contrapuso así con un acto que ciertamente refleja una posición de apoyo a Maduro, que habilita a calificar a nuestros representantes de aborrecibles "sepulcros blanqueados" por su nivel de inmoralidad.