La Argentina desconectada
Mientras el Estado sostiene a la cada vez más deficitaria línea aérea oficial, desacertadas decisiones destruyen al sector aerocomercial y al turismo local
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A mediados de 2019 circulaban por el Aeropuerto Internacional de Ezeiza más de un millón de pasajeros por mes. Un número similar lo hacía por el Aeroparque Metropolitano y otros 150.000 salían o llegaban desde El Palomar. Fuera de Buenos Aires, podemos citar como ejemplo a Córdoba, con más de 300.000 pasajeros mensuales en junio de 2019. Gran parte de los aeropuertos nacionales vieron aumentar significativamente el número de pasajeros entre 2015 y 2019, junto con nuevas empresas de cabotaje que incorporaron mano de obra y aeronaves, mientras que Aerolíneas Argentinas veía decrecer su participación, pero aumentar su número de pasajeros.
Hasta marzo de 2020, la Argentina contaba con tráfico internacional de vuelos no solo desde Buenos Aires, sino también desde Rosario, Mendoza, Salta y Córdoba; desde esta última, incluso, despegaban vuelos directos a Europa y los Estados Unidos.
El contraste con la realidad actual es notable. Más allá de las incomprensibles medidas que limitan el cupo local de ingreso de pasajeros, muchas aerolíneas se han visto en muchos casos obligadas a demorar la reanudación de sus operaciones y otras, directamente, han decidido no retomarlas.
Las estadísticas de la Administración Nacional de Aviación muestran, en el plano doméstico, que en junio de 2021 el total de pasajeros de cabotaje rondó los 180.000, una baja cercana al 80% respecto del mismo mes de 2019. El mercado internacional muestra mermas similares, con un total de algo más de 100.000 pasajeros, lo cual evidencia una reducción del 90% respecto del mismo mes de 2019.
La caída en el número de pasajeros no es muy diferente de la experimentada por otros países. Pero el gran diferencial local se da por los casi 18 meses de decisiones desacertadas, idas y venidas y medidas de limitación de ingreso y egreso que afectan mortalmente a una industria que necesita una planificación ordenada y anticipada. A diferencia de nuestra empresa de bandera, la mayoría de las líneas aéreas del mundo, públicas o privadas, miden sus costos y tratan de reducir sus pérdidas planificando de la mejor manera sus operaciones, ya que deben rendir debida cuenta a sus inversores y accionistas: no trabajan a pérdida como muchos pretenden justificar.
La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), que reúne a gran parte de las líneas aéreas del mundo, se caracteriza por su moderación. Sin embargo, ha venido aumentando el tono de sus críticas hacia nuestro país dadas las consecuencias impuestas por las desacertadas decisiones en materia aerocomercial que golpean a la industria del turismo local, la más competitiva, exportadora, federal y generadora de mano de obra intensiva que hoy tenemos. Alertan con preocupación sobre la huida de empresas extranjeras, la consecuente reducción de la oferta y el encarecimiento de los vuelos, así como la pérdida de empleos en un sector de alta capacitación con buenos niveles salariales. “La Argentina se está volviendo inviable”, lamentan, y anticipan que es probable que más líneas abandonen su actividad en el país en el corto plazo.
Mientras tanto, con el cuento de la soberanía nacional, los bolsillos ciudadanos siguen esquilmados para sostener empresas deficitarias como Aerolíneas Argentinas. Prolongar los errores es negar las consecuencias de las acciones. Solo cortando con ese avasallamiento por parte del Estado que se alimenta a sí mismo podremos recuperar una economía más sana y justa. Si ya el escenario era cuestionable, mucho más lo es a partir del épico marketing construido oficialmente para celebrar con bombos y platillos los vuelos de la línea de bandera en busca de vacunas. Los informes sobre los millonarios costos en los que se eligió incurrir son mayormente silenciados para continuar eludiendo las críticas al descontrol de los costos, la poca productividad del personal de vuelo, la entrega de la gestión a los gremios y la razonabilidad de tantos destinos sostenidos sobre el ideologizado argumento de la soberanía nacional.
El escenario exhibe un mercado reducido por menos oferta, con una Administración Nacional de Aviación Civil y un Ministerio de Transporte que cumplen un papel meramente decorativo, mientras las verdaderas decisiones se toman desde las sedes de los gremios de la empresa de bandera. Las restricciones que experimenta el mercado aerocomercial pospandemia no pueden ser utilizadas políticamente al punto de pretender hacernos creer que Aerolíneas Argentinas se ha vuelto tan relevante como necesaria.
Con un Estado quebrado, no podemos continuar solventando con nuestros escasos recursos el fracasado monopolio de una línea estatal propia en pos de una falsa soberanía aeronáutica. Un promedio de casi dos millones y medio de dólares diarios merecen y demandan un mejor destino en tierra.