Jugar con fuego
Resulta indignante que algunos funcionarios pretendan cosechar réditos políticos con los dantescos incendios que castigan a Corrientes
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El cambio climático no se detiene. La humanidad no ha hecho seriamente nada para que así sea y los desastres ambientales se magnifican. No podremos ya ganarle, solo mitigarlo; los desastres adquieren diversas formas y los gobiernos apenas pueden eventualmente contribuir a paliar sus devastadoras consecuencias.
Desde la creación de la Secretaría de Ambiente, en 1991, reiteradamente las distintas administraciones han menoscabado la responsabilidad de esta dependencia con funcionarios sin preparación para enfrentar los desafíos que, cada vez con mayor frecuencia, se están presentando. “Recen”, fue la recomendación de alguno ante tanta burocrática impotencia en el pasado.
Altas temperaturas, sequías prolongadas y vientos son ingredientes de un cóctel ígneo que se adueñó de la provincia de Corrientes hace ya más de un mes y al que se habría sumado, según las últimas informaciones, la intencionalidad de delirantes, con lanzallamas incluido, ya detenidos o buscados por la Justicia. El récord de focos en la provincia totalizó 1356 en 2002. Hoy estamos hablando de casi 3900. Las últimas lluvias no alcanzan aún para sofocarlos.
Mientras la provincia y la Nación siguen cruzándose acusaciones, no tomando debida nota de la tragedia, las llamas ya consumieron el 10% del territorio correntino y el 35% de la zona de los Esteros del Iberá. Las pérdidas son cuantiosas e irrecuperables, en flora, en fauna y en producción. Pero muchos siguen apostando a sacar réditos políticos, como el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, quien viajó con camarógrafos, fotógrafos y hasta un dron para registrar cada uno de sus movimientos desde el aire y subirlos luego a las redes. Indigna que se pretenda hacer política con un dolor tan abrasador. Funcionarios insensibles que ni siquiera han demostrado estar en condiciones de impartir instrucciones desde sus cómodos despachos, como el inoperante ministro Juan Cabandié, deberían haber renunciado.
Mientras provincia y Nación siguen cruzándose acusaciones, las llamas consumieron el 10% de Corrientes
Entretanto, cientos de correntinos ponen el alma y el cuerpo en un combate desigual, sin equipos suficientes, sin más medios que una voluntad inquebrantable para defender su historia y su futuro, con ayuda de bomberos de la costa atlántica, de Córdoba y del Brasil, todos dispuestos solidariamente a dar una mano.
“En Corrientes crepita el ‘Estado presente’ que nos ahoga con impuestos, expulsando a la gente de los campos y descapitalizando a productores… En Corrientes se ve en tiempo real lo que en todos lados ocurre en cámara lenta”, afirman desde la Red Nacional de Productores Autoconvocados.
Lo que el Estado no resuelve termina quedando en manos de los ciudadanos. Al tradicional trabajo en situaciones de emergencia de Cáritas, se sumaron infinidad de instituciones y particulares dispuestos a ayudar. Se destaca, una vez más, la convocatoria alcanzada por el influencer Santiago Maratea, que lleva recaudados más de 173 millones de pesos en una cruzada que incluye presupuestar debidamente el destino de la ayuda para instrumentarla sin demoras, como corresponde, tomando distancia del paquidérmico e ineficiente aparato estatal que, entre todos, obligadamente, alimentamos sin mayor rédito a la hora de necesitarlo.
Así funciona desde hace mucho tiempo nuestro país. Así estamos. Todo habrá de recomenzar, se avecinan tiempos aún más duros, con dientes apretados, pues las pérdidas son millonarias. Las provincias afectadas por incendios deberán seguir peleando con las burocracias para conseguir exenciones fiscales, créditos, viviendas e infraestructura que comienzan a anunciarse en el marco de la emergencia ígnea y agropecuaria declarada.
El renacimiento aguarda en las cenizas, aunque muchos ya no lo verán. Las jóvenes generaciones continuarán lidiando con el daño que le hemos hecho al planeta. Y un sapucay a voz en cuello, desde la angustia, la bronca y el dolor, clamará por más agua, más tierra para plantar y cosechar, más sueños para quienes lo han perdido todo menos su dignidad.