Juego online y pornografía infantil
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Videojuegos como Roblox, Minecraft o Genshin Impact, creados para desarrollar la creatividad infantil, se han ido llenando de adultos, algunos depravados que buscan captar niños. Aunque varios indican en la descarga que fueron diseñados para mayores de 13 años, el control parental es siempre indispensable para reducir los peligros. Hay ejemplos preocupantes de juegos dentro de Roblox; por caso, los llamados de condominio, que plantean escenas obscenas protagonizadas por simpáticos y coloridos muñequitos.
El cerebro de los niños no está maduro para recibir determinados contenidos sexuales. Su efecto perturbador resulta traumático para el desarrollo y el daño que ocasiona a tan tempranas edades no es menor.
Aunque no hay estudios a nivel local, otros países señalan que los 8 años es la edad promedio en que los chicos comienzan a ver pornografía online. A los 12, la mayoría, generalmente más los varones, ya accedieron a imágenes de pornografía en internet; en un 30% de los casos esa será su única fuente de información sobre sexualidad.
Otro capítulo son las apuestas online que capturan la atención de adolescentes. Durante la pandemia, muchos incursionaron en apuestas en partidos de fútbol y pasaron también a los casinos online donde el blackjack, la ruleta, el póquer y el bingo son solo algunas opciones, pese a que la ley fija su ilegalidad para menores de 18 años.
En los colegios, las autoridades detectan cada vez más el uso de los recreos para apostar. La adicción se instala de manera sencilla por la vulnerabilidad de los jóvenes que duplican o triplican sus chances de caer en ludopatías antes de los 20 años. Los algoritmos, por un lado, e influencers que invitan a visitar casinos online pueden signar un trágico futuro.
Largas horas de consumo de pantallas llevan a un sedentarismo nocivo, crean adicción y atrofian el pleno desarrollo neuronal. ¿Cuánto tiempo es demasiado? Está claro que no se puede meter a niños y jóvenes en una burbuja, pero sí podemos alertarlos y supervisarlos, ayudándolos a desarrollar criterios propios, acompañándolos en su vida digital para evitar situaciones de ciberacoso. Cualquier cambio de conducta debe constituir un llamado de atención. Dialogar con los más jóvenes es siempre el mejor camino. Necesitan de nuestra presencia y orientación. No los dejemos solos.