Jubilaciones: camino hacia una “sociedad miserable”
Los fondos de la seguridad social son usados en nuestro país como una caja donde la política cree estar habilitada para meter la mano sin tener que rendir cuentas
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“Una sociedad que se olvida de sus viejos es una sociedad miserable en la que yo no estoy dispuesto a vivir. Quiero vivir en una sociedad en la que todos los que trabajaron toda su vida tengan el respeto que se merecen”. La frase corresponde a Alberto Fernández. Fue dicha en julio de 2019, en campaña por la presidencia de la Nación. En ese tramo de su vida política, el hoy jefe del Estado también solía afirmar con cierta frecuencia: “No es posible que no les podamos garantizar dignidad a los que toda su vida trabajaron”.
Habiendo pasado ya poco más de dos años de gestión como jefe del Estado, resulta clarísimo que aquella promesa no solo no se cumplió, sino que tomó el rumbo contrario.
Constantemente, los jubilados vieron y ven perder poder adquisitivo por causa de la desenfrenada inflación y por cambios negativos en la fórmula de ajuste de los haberes. Está claro que el actual gobierno los ha tomado como una de las principales variables de ajuste.
Resulta por demás irritativo el fallo que autorizó a Cristina Kirchner a percibir dos exorbitantes jubilaciones de privilegio sin que el Estado siquiera apelase, mientras que a miles de jubilados se les retacea el pago de reajustes reconocidos judicialmente
Según un informe de la consultora Econviews, el gasto en jubilaciones y pensiones con relación al PBI fue el año pasado el menor desde 2015: cayó 5,3% en términos reales (descontada la inflación) en 2021, en comparación con el año anterior. Y no solo eso: el Gobierno compensó con un ajuste en jubilaciones los mayores gastos en subsidios a la energía.
Otro informe lapidario en materia previsional es el Global Pension Index 2021, elaborado por el Mercer CFA Institute, que comprobó que nuestro país tiene el segundo peor sistema jubilatorio sobre una lista de 43 naciones que abarcan el 65% de la población mundial. El único país de los 43 evaluados con un puntaje inferior al de la Argentina es Tailandia en ese índice global. La novedad es aún más dramática para la Argentina. Si bien ambos países ya ocupaban los peores lugares del ranking, en 2020, un año después el nuestro cayó todavía más en la calificación general: del 42,5 a 41,5 puntos, mientras que Tailandia bajó de 40,8 a 40,6, lo que la ubica a menos de un punto de nuestro país.
En este contexto de depreciación de los haberes de los jubilados y pensionados, resultan por demás irritativos el fallo que autorizó a Cristina Kirchner a percibir dos exorbitantes jubilaciones de privilegio por más de 2,5 millones de pesos mensuales, sin que el Estado siquiera apelase, y la posterior decisión de la Cámara Federal de la Seguridad Social desestimando un pedido de la diputada Graciela Ocaña para que la causa llegara a la Corte. Nada mejor que este ejemplo para notificarnos de que hay hijos y entenados especialmente a los ojos de la Anses, que así como consiente un doble haber absolutamente ilegal para la jefa partidaria, dilata miles y miles de respuestas a juicios por actualización de haberes de quienes no pueden esperar, trabajaron toda su vida y nunca fueron destinatarios de privilegio alguno, como los que sí sigue percibiendo parte de la dirigencia política.
Es necesario repensar el sistema previsional, pasar de un régimen caduco, devastado y corrompido a uno moderno, dinámico y eficiente
Poco y nada puede esperarse del reciente anuncio presidencial, realizado en el contexto de las tirantes relaciones con el Fondo Monetario Internacional, referido a la derogación de jubilaciones de privilegio de jueces y diplomáticos. En primer lugar, porque tendría un efecto fiscal más que acotado. Y, en segundo término, porque en 2020 y por iniciativa del propio Gobierno, el Congreso ya sancionó una ley con idéntico motivo, que terminó judicializándose en muchos casos.
Las demagógicas disposiciones que se vienen sumando desde el anterior gobierno kirchnerista convierten en un fracaso continuo la ecuación para la clase pasiva.
La rapiña reconoce como uno de sus hitos más nefastos la estafa, en 2008, por parte del gobierno de Cristina Kirchner al confiscar los dineros depositados en administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP), que funcionaban desde la reforma previsional de 1993. Pero no terminó allí. Posteriormente, se pusieron en marcha moratorias que aumentaron en cerca de cuatro millones los beneficiarios de jubilaciones: personas que jamás habían efectuado los aportes de ley o que lo habían hecho de manera insuficiente.
Las frases grandilocuentes y las promesas vacuas, además de alimentar la sinrazón, insultan la inteligencia y el honor de quienes dedicaron toda su vida al trabajo y cumplieron regularmente con sus obligaciones ante el fisco
Son muchas medidas de similares que solo achatan la pirámide y generar una flagrante discriminación entre quienes han sido cumplidores toda su vida y quienes han hecho caso omiso de las leyes en vigor. Se sucedieron el disparatado anuncio de jubilar a desocupados, otra locura populista lanzada en plena campaña electoral; también las denominadas jubilaciones por reconocimiento de aportes por tareas de cuidado para mujeres de todo el país que hayan criado hijos, entre otras disposiciones que vienen a deteriorar aún más un sistema que ya no puede cumplir los beneficios que concede. Baste con recordar las enormes demoras en tramitar jubilaciones y pensiones durante la pandemia a quienes acataban todos los requisitos legales, mientras alegremente el dinero de los jubilados sigue destinado a otros fines.
Los fondos de la seguridad social son usados en nuestro país como una caja donde la política cree estar habilitada para meter mano sin tener que rendir cuentas.
Por otro lado, lejos de conceder derechos, la estrafalaria y afiebrada matemática con la que el Gobierno financia su asistencialismo subestima a quienes reclaman un trabajo digno y no dádivas.
La aberración de seguir desviando los fondos de los jubilados, mientras son cada vez menos los aportantes como consecuencia de las malas políticas laborales y previsionales, del creciente cuentapropismo y del apabullante trabajo en negro, nos llevará pronto al colapso de un sistema que ya viene dando sucesivas muestras de estar agotado.
No es con frases tan vacías como grandilocuentes con las que saldremos adelante. Hace falta mucha prudencia, seriedad y compromiso para que, desde una óptica realista, se repiense un sistema caduco, devastado y corrompido para hacerlo moderno, dinámico y eficiente. La mayor longevidad poblacional cambiará el mundo tal como lo conocemos y obliga ya a replantear los modelos económicos para aprovechar las nuevas oportunidades.