Israel, tras la era Netanyahu
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Hace unas pocas semanas, el gobierno de Israel cambió repentinamente de manos, al pasar a estar a cargo de una tan amplia como heterogénea coalición de partidos políticos, que incluye hasta a los ciudadanos árabes de Israel, agrupados en el llamado Ra’am, que hoy aportan una quinta parte de quienes dicen pertenecer a esa coalición.
La política israelí, que estaba en una suerte de cansador punto muerto, ha vuelto a ser el nervioso mundo de siempre, con un gran despliegue de actividad y alternativas. Lo que no supone necesariamente haber alcanzado una situación de estabilidad. El nacionalismo de derecha parece dominarla ahora, y las fuerzas de la izquierda israelí juegan, en cambio, un rol que aún pareciera ser relativamente marginal.
Se desplazó así, tras una frustrante etapa de cuatro elecciones sucesivas y alguna agitación política, al ya ex primer ministro Benjamin Netanyahu, quien, tras 12 años en el timón del poder político de su país, es ahora el líder del gran partido opositor, que, pese a tener el mayor número de escaños en el Parlamento, no domina la voluntad del Poder Legislativo israelí.
Netanyahu, un político tan hábil como incansable, ha prometido volver al gobierno, y debe ser tenido, por su experiencia, carisma e inteligencia, como un adversario de cuidado.
El amplio mosaico político con el que se ha conformado el nuevo gobierno israelí está ahora encabezado por el millonario nacionalista religioso Naftali Bennett, que fue en su momento un colaborador de Netanyahu, y por el centrista Yair Lapid. Ambos han acordado que rotarán alternativamente entre sí en la conducción del nuevo gobierno, cada dos años.
Ambos se han manifestado claramente en contra de permitir que, de pronto, aparezca un aún más peligroso Irán, que esté sorpresivamente dotado de armas nucleares, conformando una verdadera pesadilla en materia de paz y seguridad internacionales.
Bennett está claramente en contra de la alternativa bautizada de “los dos Estados” y, más aún, de permitir que los palestinos tengan, de alguna manera, sus propias fuerzas armadas. Pero expresa, en cambio, ser partidario de ampliar, paso a paso, el grado de autonomía de la que los palestinos disponen en relación con el manejo de todo lo que tiene que ver con su propia identidad.
Sin grandes cambios sustanciales inmediatos previsibles de rumbo, la coalición que hoy posee el poder político israelí conduce, desde su innegable heterogeneidad, el destino de un país moderno que, confiado en sus propias fuerzas, tiene muy claro cuáles son los peligros inmediatos que lo acechan.