Irán-Israel: que no escale el conflicto
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Desde el pasado 7 de octubre Oriente Medio vive una escalada de violencia inusitada. Primero fue el artero ataque terrorista de Hamas a Israel desde la Franja de Gaza, seguido por la contundente respuesta israelí con miles de víctimas en ambas confrontaciones, la mayoría de ellas inocentes.
El 1º del corriente mes, Israel bombardeó el consulado de Teherán en Damasco, Siria, provocando la muerte de siete miembros de los Guardianes de la Revolución, entre los que se encontraba el general de brigada Mohamad Reza Zahedi, uno de los altos mandos de la Fuerza Quds, brazo de operaciones exteriores del ejército ideológico de la República Islámica de Irán, país que respondió lanzando 170 drones, 30 misiles crucero y 120 misiles balísticos de los cuales un 99% fueron interceptados. El éxito defensivo de Israel contó con la ayuda de EE.UU., el Reino Unido, Arabia Saudita y Jordania, que cerró su espacio aéreo para poder repeler los ataques.
Existen señales de que la ofensiva iraní consistió en una respuesta firme, pero a su vez controlada, para no provocar grandes daños ni desatar una escalada. Irán dispone de capacidades militares que podrían haber ocasionado mucho mayor daño y que no fueron utilizadas.
Tras una cumbre urgente para decidir cuál será la réplica al ataque iraní, el gabinete de guerra de Israel advirtió que el choque con Irán no terminó. El jefe del Estado Mayor del Ejército de Israel, Herzi Halevi, anticipó que habrá una respuesta dolorosa por parte de Israel al ataque iraní con drones y misiles.
El tenor y la continuidad del conflicto dependerán no solo de las posiciones de los dirigentes políticos y militares, que van desde la mayor dureza en la forma de abordarlo hasta aquellas más moderadas, sino también de las situaciones particulares que se den tanto en Israel como en Irán.
En Israel, Benjamin Netanyahu ha sufrido un fuerte desgaste en la opinión pública, a tal punto que el líder de la oposición y miembro del gabinete de guerra, Benny Gantz, solicitó celebrar elecciones anticipadas, alegando la falta de confianza internacional y el decreciente apoyo popular hacia el gobierno.
Por su parte, el gobierno iraní se enfrenta a varios movimientos separatistas y ha sufrido un importante desgaste a partir de las protestas callejeras que estallaron en 2022 tras la muerte de Mahsa Amini. La mayoría de la población es joven, cada vez más laica y no se siente identificada con los atávicos esquemas de la República Islámica. A esta situación con un deteriorado cuadro social se agrega la crisis económica, agravada por actos de corrupción y las sanciones internacionales por su política nuclear.
El riesgo de un enfrentamiento regional que podría derivar en un conflicto de alcance mayor debe disolverse. Una confrontación directa entre Israel e Irán sería catastrófica no solo para la región, sino para el mundo entero. Queda confiar en que el conflicto no se extienda y se resuelva pacíficamente.