Irán: castigos que no cesan
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Los castigos para las mujeres iraníes que no respetan las directivas del régimen no cesan. Son demasiadas las cosas que parecen “ofender la moral pública” bajo un férreo control que incluye numerosas cámaras de vigilancia.
Roya Heshamti, una joven de 33 años, cometió el “crimen” de publicar en sus redes sociales una foto sin la hijab, el velo musulmán obligatorio desde 1979, en la que se la ve caminando por un lugar de alta concurrencia de Teherán. Fue detenida y permaneció 11 días en prisión. Se quitó el pañuelo de la cabeza al llegar al tribunal, pero un grupo de agentes femeninas se lo colocaron por la fuerza. No solo debió pagar una multa, sino que, encadenada a una cama, recibió como castigo 74 latigazos. Intentó no mostrar dolor, confesó, mientras se repetía: “En nombre de las mujeres, en nombre de la vida, se rasgan las vestiduras de la esclavitud, amanecerá nuestra noche negra y todos los látigos serán hachados...”.
El episodio trae a la memoria la muerte de Mahsa Amini, la joven kurda iraní detenida también por supuesta infracción del código de vestimenta, quien falleció estando bajo custodia de la llamada policía de la moral, en septiembre de 2022, desencadenando marchas de protesta que fueron duramente reprimidas, causando 500 muertos, 22 mil detenidos y 7 ejecuciones. Cada vez más mujeres desafían la teocracia persa presentándose sin velo en lugares públicos como parte del movimiento “Mujeres, Vida, Libertad”. Sin embargo, se siguen sancionando leyes para castigar supuestos “delitos” anacrónicos, con penas absolutamente violatorias de los derechos humanos.
Como era previsible, la violenta y brutal condena recibida por Roya también despertó reacciones a su favor que ella agradeció en su cuenta de Instagram. Su caso no es uno aislado. Banafsheh Taherian y Hossein Shanbezadeh pasaron por similares experiencias.
En octubre pasado, dos periodistas iraníes, Niloofar Hamedi y Elahe Mohammadi, habían sido condenadas a 13 y 12 años de prisión respectivamente por su cobertura del asesinato de Mahsa, prohibiéndoseles trabajar para medios de comunicación, afiliarse a partidos políticos y usar redes sociales por dos años. El 14 de enero pasado celebraron su liberación bajo fianza y con prohibición de salir del país. Ese mismo día, tras fotografiarse sin velos, se les inició una nueva causa.
El derecho a elegir cómo vestirse y qué estilo de vida llevar no puede ser cercenado. El mundo debe condenar con dureza los violentos procederes de un atávico régimen opresor que recurre a horrendas prácticas medievales como la de los latigazos. La Argentina no ha de ser la excepción, aun cuando siniestros personajes como Luis D’Elía se ufanen de su amistad con un régimen probadamente inhumano.