Irán, ante la transición
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El fallecimiento del presidente iraní, el ayatollah Ebrahim Raisi, en un accidente aéreo, se ha transformado en un motivo de preocupación no solo para ese país, sino también para Medio Oriente, en un momento difícil a raíz de la guerra regional, que incluye acciones militares directas por parte de Irán y de su red de aliados.
La Constitución iraní dispone que en ausencia del presidente será el vicepresidente primero quien asuma la responsabilidad de presidente en funciones. En este caso, Mohammad Mokhber las ejercerá hasta el 28 de este mes, fecha en la que se celebrarán comicios para elegir nuevo mandatario. Sin embargo, la sucesión más importante ocurrirá más adelante: la máxima autoridad política y religiosa, Ali Khamenei, ha cumplido 85 años.
Diversos observadores iraníes sostenían que Raisi se proyectaba como el principal candidato del recambio de Khamenei, seguido por el segundo hijo del líder supremo, Mojtaba Khamenei, de 53 años.
Mientras millones de personas despedían al fallecido presidente, Khamenei recordó una de las principales consignas del dirigente desaparecido y afirmó que “Israel será eliminado”. Raisi se había mostrado como un firme adversario de Israel, apoyando al grupo terrorista Hamas. Representaba a la ortodoxia ultraconservadora más intransigente ante cualquier evolución política o social. Partidario de la represión brutal, fue apodado el juez de la horca por la supervisión de miles de ejecuciones de presos políticos en 1988.
El gobierno iraní enfrenta, además de la tensión con Israel, protestas internas, una economía débil y una corrupción endémica. Los analistas internacionales esperan pocos cambios en la política de la república islámica. Khamenei ha marcado el rumbo del país y ningún nuevo presidente lo alterará demasiado.
Irán lleva décadas de apoyo a grupos armados en el Líbano, Siria, Irak, Yemen y los territorios palestinos que le permiten proyectar poder.
Hace pocos días, el expresidente iraní de línea dura Mahmoud Ahmadinejad se inscribió como posible candidato para las elecciones presidenciales. Su lanzamiento se produce en un momento de tensiones agravadas entre Irán y Occidente por el rápido avance del programa nuclear iraní y por el suministro de armas a Rusia en su invasión a Ucrania.
A pesar de la gravedad de lo sucedido con la desaparición de Raisi, la estructura del régimen iraní está diseñada para manejar transiciones abruptas, lo que disminuye la posibilidad de una crisis política inmediata.
Ali Khamenei buscará que el candidato que lo suceda garantice la permanencia de los ayatollahs como máxima referencia y autoridad, así como de la sharia como el texto que moldea la vida de millones de personas. Ello le garantizaría que el tan implacable como arcaico régimen no sufra alteraciones en sus controvertidas prácticas.