"Gracias, negrito"
La Federación Inglesa de Fútbol ha provocado perplejidad en el Río de la Plata. Todavía estamos esperando que se rectifique de la grave sanción aplicada al jugador uruguayo de Manchester United, Edinson Cavani, por haber agradecido el estímulo de uno de sus fans con algo tan natural, afectuoso y amigable aquí como "Gracias, Negrito".
Si hasta las habitualmente circunspectas academias nacionales de Letras del Uruguay y la Argentina han expresado estupefacción tras la suspensión a Cavani por tres partidos y la condena al pago de una multa de 100.000 libras (unos 137.800 dólares). El delantero del seleccionado uruguayo no había hecho más que expresarse con dos palabras tan inocentes, cálidas y representativas entre nosotros de una relación de confianza.
En la otra orilla, al ídolo máximo del balompié oriental, Obdulio Varela, se lo reconocía con dos palabras, acaso todavía más fuertes para los dirigentes ingleses: "El Negro Jefe". La familia del almirante Isaac Rojas, comandante en jefe de la Marina de Guerra en Operaciones durante la revolución de 1955 que derrocó a Perón, acaba de publicar sus memorias póstumas, llenas de intimidades del histórico alzamiento, que dejara para sus nietos. En más de una ocasión, Rojas reconstruye diálogos en los que el interlocutor le confería el trato por el cual todos lo identificaban: "Negro".
La Asociación de Futbolistas del Uruguay (AFU), como era de imaginar, fue más lejos en la defensa del compatriota que los académicos rioplatenses: "No se ha condenado a una persona –bramó–, sino a una cultura. Ha habido una total ignorancia y desprecio por una visión multicultural del mundo, respetuosa con la pluralidad".
Ahora bien, si se eleva la mirada por encima de este incidente, tan enojoso desde la perspectiva del río descubierto por Solís, se observará que es parte del mismo fenómeno social que llevó recientemente a encofrar, en Parliament Square, frente a Westminster, nada menos que la estatua de Winston Churchill. De otra manera, habría sido atacada nuevamente por manifestantes llevados por la furia contra políticas discriminatorias del pasado a ignorar incluso el heroísmo patriótico de quien puso al Reino Unido de pie frente a las brutalidades de Hitler, y que contribuyó como pocos a vencerlo.
¿Quién recuerda "Diez negritos"? Fue la novela policial de Agatha Christie, varias veces llevada al cine. Si al desolado Cavani le mantuvieron la sanción, a pesar de las disculpas que manifestó en medio de su desconcierto, qué no ocurriría hoy con el libro de la prolífica escritora ya desaparecida de no haber resuelto sus editores cambiar el nombre de la obra. Ahora se denomina "Eran diez". Su bisnieto justificó el cambio diciendo que "cuando se escribió el libro el lenguaje era diferente".
La popularidad de la novela de Agatha Christie fue enorme en su tiempo. Dio lugar a una copla muy difundida, una de cuyas versiones en español dice: "Diez negritos se fueron a cenar, / uno se asfixió y quedaron nueve. / Nueve negritos estuvieron despiertos hasta muy tarde; / uno se quedó dormido y entonces quedaron ocho…". Y así, hasta que "un negrito quedó solo; /se ahorcó y no quedó ninguno".
En los últimos años, el mundo ha cambiado con celeridad y el espacio de lo "políticamente incorrecto" se ha ensanchado con reglas antidiscriminatorias que a veces se extienden, como en el caso del vocativo empleado por Cavani, con ignorancia de usos y costumbres lingüísticas –valores culturales, en fin– que perduran en tal o cual región con aprobación general.
Hace cincuenta años nadie pidió al peso pesado Oscar Bonavena explicaciones por la barbaridad que eyectó antes de la pelea disputada en Nueva York ante Cassius Clay (Mohamed Ali), ante quien cayó por knock out en el último round. En horas previas al combate, "Ringo" declaró que le daba "un poco de impresión pelear con Ali porque los negros tienen mal olor". Y en la revisación médica, se tapó la nariz en presencia de quien sería el contrincante. El otro contestó que era "una vaca de pies cansados", seguramente por los pies planos, y anunció que lo dejaría en la lona en el noveno round. Todo quedó allí.
En los días que corren, aquello suscitaría un escándalo mundial, y con razón, porque la escala de valores aceptada hoy es otra que la de hace medio siglo. En suma, lo que en el Río de la Plata constituye una disparatada decisión de la Federación Inglesa de Fútbol, en otros ámbitos puede tener connotaciones que tampoco debemos soslayar.
El tratamiento de este tipo de asuntos impone prudencia, tino, discreción, información lingüística y equilibrio a la hora de juzgar conductas para no caer en visiones sesgadas, dogmáticas y etnocentristas como argumentó la AFU. Dado que la cuestionable decisión fue tomada en Europa, cabe señalar que, al anunciar un revival de Astérix, el guionista Jean-Yves Ferri consideró oportuno deslizar que habrá algunas variantes respecto del pasado. "En los sesenta –dijo al pasar– uno podía reírse de los extranjeros y caricaturizar a los ingleses con sus grandes dientes y a los griegos con su perfil clásico". Ahora ya no.