Gobernaciones que dan pena: el caricaturesco Quintela
La provincia de La Rioja es un claro ejemplo del feudalismo, el nepotismo y el clientelismo que caracteriza a una dirigencia degradada
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El gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, ha levantado su perfil últimamente y claramente no ha resultado favorecido. Sus desopilantes declaraciones parecen más propias de un actor cómico que de un funcionario serio.
No ha hecho otra cosa en la vida que vivir de la política. Desde el retorno de la democracia logró escalar posiciones dentro de las burocracias partidaria y provincial. De hecho, fue legislador de su provincia y también ocupó una banca en la Cámara de Diputados de la Nación, en la que no inscribió su nombre entre los congresistas destacados por sus proyectos de ley ni por su enjundia en los debates parlamentarios.
A poco de acceder a la gobernación, Quintela cometió uno de sus primeros papelones, nombrando como consejero económico nada menos que al exvicepresidente Amado Boudou, cuando este fue excarcelado en tiempos de pandemia, dejando así claramente sentada su posición frente a la corrupción.
Su gobierno se asimila al de un clan familiar. Alrededor de treinta parientes ocupan cargos en empresas del Estado riojano y en los distintos poderes provinciales. Una sobrina fue designada jueza del Superior Tribunal y, poco tiempo después, presidente de ese cuerpo. Otros integrantes del referido tribunal fueron reubicados en distintos cargos para facilitar el ingreso de personas más allegadas al gobernador.
Habría que recordarle a Quintela que su gobierno nepotista está financiado en parte por los contribuyentes de la ciudad de Buenos Aires, a quienes no dudó en agraviar al expresar que los porteños no producen ni un tornillo, en otra muestra de supina ignorancia.
La Rioja es una provincia poblada por 450 mil habitantes y su producto bruto es del 0,6% del PBI nacional. La recaudación fiscal provincial solo alcanza para cubrir alrededor del 9% de su presupuesto. Sin duda, la provincia tiene desventajas comparativas como la ausencia de ríos caudalosos, pero su mayor problema no es otro que la baja institucionalidad y una cultura imperante dirigida a obstaculizar toda iniciativa privada y posibilidad de inversión y generación de trabajo genuino. La calidad educativa, esencial para el progreso de los Estados y de sus habitantes, es también una asignatura pendiente.
Abundan en el mundo ejemplos de jurisdicciones con escasos recursos naturales que alcanzan el desarrollo y la prosperidad. Pero en La Rioja, por lo pronto, nada se hace para mejorar el riego, lo que posibilitaría incrementar el área agrícola. Mientras el gobierno encara un parque acuático en la capital, en Chamical tienen que comprar bidones de agua por las fallas del servicio público de provisión. Propuestas de inversión en minería fueron rechazadas hace pocos años y ahora la administración provincial ha cancelado los permisos para explorar y explotar yacimientos de litio. El grotesco argumento es que será la provincia la que encarará el agregado del valor de ese mineral, como si eso no requiriera enormes inversiones y mano de obra muy capacitada que no se encuentra en un distrito donde la educación dista de ser prioridad. Que si quieren ganar más, los maestros se dediquen a otra cosa, vociferó hace poco este pretendido y caricaturesco Facundo.
Impedir inversiones mineras o descuidar la educación es desalentar el progreso de La Rioja y de sus habitantes, que ven en el camino de la emigración la única esperanza para el progreso personal frente a la resignación que supone someterse al señor feudal de turno para sobrevivir con sueldos y ayudas gubernamentales. Se contabilizan 54 mil empleados públicos, de los cuales más del 56% cobran cifras no remunerativas. En total, por varios conceptos, se distribuyen 90 mil cheques mensuales en la provincia, que dan cuenta de la enorme disparidad con el número de empleos privados, que rondan los 32 mil.
Los recursos nacionales destinados a la Rioja, en su mayor parte generados en la provincia de Buenos Aires y en la Capital Federal, ascienden a 276.852 pesos por habitante, un claro contraste con los 40.550 pesos por habitante de la ciudad de Buenos Aires. Se trata de recursos que no se destinan a transformar la provincia, sino a financiar el sostenimiento en el poder de la oligarquía gobernante.
En la Rioja hay 40 empresas estatales, incluidas una compañía aérea que concreta dos vuelos semanales a Buenos Aires; empresas de ómnibus como Rioja Bus; productoras agrícolas y hasta un supermercado, entre otros rubros. Todas son deficitarias y albergan a familiares del gobernador en su dirección.
Hay que reconocerle a Quintela que no disimula su ignorancia ni sus pretensiones. Sus palabras dirigidas a impedir que los pueblos del noroeste accedan a los medios de Buenos Aires evidencian su afán por mantener el discurso dictado desde el poder a los medios sometidos, como casi todos en esa región. A estos sátrapas les molesta que, gracias a los medios nacionales, tengan una voz quienes soportan sus tropelías, largamente silenciadas en su provincia con las pautas publicitarias y los sobornos; como proclamaba el jefe de gabinete riojano, Juan Luna Corzo, “habrá que mandar a todos platita más fuerte para que hagan la campaña”.
Quintela también intervino activamente en la avanzada kirchnerista contra la Corte Suprema de Justicia de la Nación. “La Corte falla de una manera absolutamente cuestionable”, rezongó, acostumbrado a jueces dependientes de sus caprichos.
La legislatura de la provincia no refleja el caudal de votos de cada partido, pues su sistema electoral, violatorio del principio de igual valor del voto, asegura 32 de las 36 bancas al oficialismo, aunque las diferencias sean mínimas. Esto le ha permitido proponer la reforma de la Constitución sin debate en una sesión que duró escasos minutos, y amenazar con la exclusión del cuerpo de legisladores opositores que no se callan ante los atropellos institucionales y la corrupción reinante. Una de sus obsesiones es concretar la división de la ciudad capital en dos municipios. Ocurre que no tolera que esta sea gobernada por la oposición y por eso también incumple con la distribución de recursos que le corresponden y organiza alteraciones del orden a cargo de los llamados “chalecos rojos”, que han actuado como fuerza de choque en manifestaciones contra su gestión.
La foto del gobernador repartiendo billetes a vecinos desde su auto, en escenas dignas del talento literario de García Márquez o Vargas Llosa, es la mejor y más clara descripción del régimen oligárquico y anacrónico que soporta La Rioja. Entre sus demagógicas medidas, anunció sorpresivamente que se agregaban dos feriados más al fin de semana extralargo de carnaval para los empleados públicos provinciales.
Es muy triste que un distrito que dio al país un estadista de la talla de Joaquín V. González sea hoy manejado por personajes de esta catadura, afines al feudalismo, el nepotismo y el clientelismo, fieles expresiones de una dirigencia política en franco proceso de degradación.