Fumar es letal
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) continúa concientizando a la población sobre los efectos nocivos y letales tanto del consumo de tabaco como de la exposición al humo del cigarrillo ajeno.
La epidemia de tabaquismo es una de las mayores amenazas para la salud pública que ha tenido que afrontar el mundo. Mata a más de 8 millones de personas al año, de las cuales más de 7 millones son consumidores directos y alrededor de 1,2 millones son los llamados fumadores pasivos, expuestos al humo ajeno.
El consumo de tabaco, claramente adictivo, es uno de los principales factores de riesgo de muerte y discapacidad en el mundo. La industria del cigarrillo es la única que mata a sus propios clientes produciendo cáncer, enfermedades cardiovasculares y pulmonares crónicas. Desde la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) se indica que el humo de cada cigarrillo contiene más de 5000 productos tóxicos y que cualquier forma de consumo de tabaco (fumado, vapeado, masticado) implica su ingreso al organismo a través de la boca, primer órgano de impacto cuando se fuma.
Al intentar dejar de fumar, los receptores del cerebro dejan de recibir nicotina y la respuesta de placer se interrumpe provocando síntomas de abstinencia como ansiedad, irritabilidad, inquietud, dificultad para concentrarse, estado de ánimo depresivo, frustración, ira, aumento del hambre y dificultad para dormir.
Se estima que en la Argentina, el 50% de los fumadores intentó dejar de fumar en el último año, pero sin apoyo médico solo el 4% de los intentos prospera. El acompañamiento profesional puede duplicar con creces las probabilidades de éxito para abandonar el tabaco, según la AAMR.
La cuarta Encuesta Nacional de Factores de Riesgo reportó que la prevalencia de consumo de tabaco en nuestro país muestra un sostenido descenso desde 2005. Si bien estas cifras son alentadoras, parece mentira que aún fume uno de cada cinco adultos del país; que uno de cada cinco trabajadores permanezca expuesto al humo de tabaco en su lugar de trabajo y que casi la mitad de la población haya visto publicidad de tabaco en los puntos de venta de cigarrillos.
Preocupa la edad de iniciación en el consumo de vapeadores y cigarrillos electrónicos, igualmente adictivos por contener nicotina, aunque sean supuestamente menos tóxicos que el tabaco convencional. Se ubica entre los 12 y los 14 años, con el agravante de que a esas tempranas edades el riesgo de conducir a adicciones aumenta y los potenciales daños en todo el organismo se multiplican. Dado que la seguridad y los efectos a largo plazo no pueden aún medirse, el Ministerio de Salud prohibió su importación y comercialización en el país.
También es inquietante evidenciar que muchos de los jóvenes fumadores tienden a reportar niveles más bajos de satisfacción con la vida, en comparación con los no consumidores, y más si se considera que son numerosos los estudios que relacionan depresión y acontecimientos negativos para las personas con el consumo de tabaco en edades tempranas.
A pesar de que todo el mundo sabe que fumar es perjudicial para la salud, sigue siendo importante destacar que dejar el hábito o evitar el consumo de tabaco es una de las mejores decisiones y sus efectos son muchos casi de inmediato. Cada mes, cada semana, cada año sin consumir tabaco reduce el riesgo de infinidad de dolencias. Quince años después, por ejemplo, el riesgo de enfermedad coronaria se equipara con el de quien no fumó. Claramente, estamos ante la principal epidemia prevenible y urge intensificar las medidas para contrarrestarla, pues ya se ha cobrado demasiadas víctimas.