Francia, en peligro
MADRID.- Francia se ha instalado en un territorio político peligroso. El buen resultado de Emmanuel Macron en la primera vuelta de las elecciones presidenciales es tranquilizador. El actual presidente no tiene nada ganado, pero parte con ventaja para poder derrotar, el día 24, a la ultraderecha de Marine Le Pen en la segunda vuelta y evitar así un cataclismo de la democracia en Francia y también en Europa.
Francia no es un país cualquiera: es una democracia fundamental en la Unión Europea, potencia nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.
La agonía de los grandes partidos históricos deja un campo en ruinas tanto en la derecha como en la izquierda moderadas. En medio se sitúa el centro amplio de Macron, que incluye –entre sus dirigentes y entre sus votantes– a antiguos socialdemócratas y a desencantados de Los Republicanos. Y a ambos extremos, la derecha nacionalista y populista de Le Pen y la izquierda populista de Jean-Luc Mélenchon, el tercer candidato más votado.
No es culpa de Macron –ni tampoco de Le Pen ni de Mélenchon– que tanto socialistas como republicanos, víctimas de su indefinición ideológica, sus querellas internas y su desconexión con los desafíos de este mundo, se hayan inmolado y que sus electores se hayan pasado en masa a otras formaciones. Pero Macron lo ha aprovechado para consolidarse como única opción del sistema. Juega con fuego. Tanto Le Pen como Mélenchon, desde posiciones antagónicas en asuntos como la inmigración pero coincidentes en la retórica del pueblo contra las élites, impugnan el sistema. En Francia ha dejado de existir una posibilidad de alternancia en el consenso.