Formosa, tierra de miserias y feudo de unos pocos
La provincia de Formosa limita al norte, al este y al sur con caudalosos ríos y cuenta, además, con un buen registro de precipitaciones anuales. Esta situación posibilitaría un interesante desarrollo agrícola, ganadero y forestal en tierras que podrían ser base de industrias procesadoras de esa producción.
Pero los viejos y graves problemas institucionales que la atraviesan dificultan su despegue y condenan a la mayoría de sus habitantes a la escasez y a la miseria, con índices de pobreza y carencias en materia social escandalosos y por demás agravados en el caso de tantos integrantes de pueblos originarios que allí habitan: el 77% de ellos sobreviven con sus necesidades básicas insatisfechas.
El presupuesto de esta castigada y sufriente provincia es financiado en un 95% por fondos nacionales, y es de las que más reciben por habitante. Lamentablemente, esas partidas de dinero se destinan a financiar una satrapía solo interesada en sostenerse en el poder para conservar sus privilegios. Valga con recordar que el propio gobernador Gildo Insfrán ejerce su función desde 1995 tras la reforma constitucional de 2003, que estableció la reelección indefinida, igual que sucede en Catamarca y en Santa Cruz, emulando sistemas dinásticos tan condenables como los de Corea del Norte o Siria.
El clientelismo político es la base del régimen provincial. El mayor empleador es el propio Estado y las pensiones otorgadas a legiones de falsos discapacitados son insólitamente aumentadas, como también sucede en Chaco y Santiago del Estero. Tampoco prescinden aquí del secuestro de documentos de ciudadanos de pueblos originarios, antes de cualquier acto electoral, o del conveniente voto de ciudadanos paraguayos que viven en el país limítrofe, pero que ilegalmente integran el padrón provincial.
Vale recordar que el primer escándalo protagonizado por el exvicepresidente Amado Boudou fue un jugoso contrato de dudosa consultoría para con el gobierno de Insfrán, una más de las tantas cuestiones silenciadas en una provincia que no tolera el disenso y que cuenta con la cómplice y genuflexa subordinación de la Justicia.
Por todo esto, no deja de llamar la atención que, en su última visita a esa provincia, el presidente de la Nación –"un liberal de izquierda", como él mismo se describió– , haya colmado de elogios a Insfrán . Su actitud revela un sospechoso desconocimiento o una cómplice aquiescencia con uno de los más claros exponentes del vetusto feudalismo imperante en el norte argentino, en el que reinan oligarquías de políticos en conveniente connivencia con algunos empresarios proveedores del Estado, preocupantes escenarios que suman también la impune actuación del narcotráfico. Ciertamente una plaga más persistente y dañina que la de langostas que se avistó en estos días en el departamento formoseño de Pirané.
Cómplice aquiescencia con uno de los más claros exponentes del vetusto feudalismo imperante en el norte argentino, en el que reinan oligarquías de políticos
Que el Presidente señale que hay que darle tiempo a Insfrán para reducir la pobreza solo puede tomarse como un oxímoron o como una broma de mal gusto que recuerda a los artículos de algunos intelectuales europeos que elogian a regímenes latinoamericanos que jamás admitirían en sus propios países.
No hay duda de que poco le ha preocupado al gobernador que muchos consideren que no ha sabido cambiar la realidad formoseña cuando precisamente su intención ha sido prolongar el añoso statu quo para sacar el mayor provecho de la situación, alejado de la renovación de cuadros que recomienda la sana tradición republicana.
Las alianzas políticas que establece el gobierno nacional con gobernadores tan contrarios al espíritu democrático que debería defender no solo preocupan, sino que también reflejan cuáles son sus prioridades a la hora de condenar a los formoseños a mayores penurias.