Fin del calvario para Assange
MADRID.– El acuerdo alcanzado con la Justicia estadounidense por el creador de WikiLeaks, Julian Assange, que pondrá fin a su persecución judicial supone no solo la puesta en libertad del hacker australiano, sino la clausura de un proceso que iba más allá de una injusta situación particular, porque se había convertido en una referencia mundial contra el intento de coaccionar la libertad de información. Assange, de 52 años, sobre el que pesaba una petición de extradición de Estados Unidos a Reino Unido –donde permanecía en prisión hasta el lunes, cuando quedó en libertad–, se ha declarado culpable de un cargo de violación de una ley de espionaje estadounidense –aplicada raramente y nunca a periodistas– por su papel en la obtención y publicación en 2010 de documentos militares y diplomáticos clasificados. Se trata de un delito castigado con hasta 10 años de prisión, aunque lo previsible es que la condena final no alcance ese número y sea además condonada debido al tiempo que el responsable de WikiLeaks ya ha pasado en la cárcel. EE.UU. renuncia así a su estrategia de acusar a Assange de 18 delitos, uno por intromisión en un ordenador de propiedad federal y otros 17 contra la ley de espionaje. Unos cargos por los que podría haber sido condenado a 175 años de prisión. Aunque con el sabor agridulce de que Assange haya tenido que declararse culpable de un delito de espionaje que siempre negó, es una excelente noticia el fin de la persecución de una figura clave de la libertad de prensa en un momento en el que el derecho a la información está muy amenazado a nivel global.