Farsa electoral en Nicaragua
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El dictador nicaragüense Daniel Ortega convocó a elecciones presidenciales para el próximo 7 de noviembre con una única premisa: solo puede ganar él. Así lo demuestra la represión desatada recientemente contra los principales candidatos opositores al actual mandatario y contra periodistas independientes.
Una de las figuras prominentes contra quien Ortega arremetió es el prestigioso escritor Sergio Ramírez, premio Cervantes 2017, quien denunció desde Madrid que sufre un exilio forzado impuesto por la dictadura de Nicaragua. La Fiscalía de este país lo acusó de incitar al odio y de conspirar contra la soberanía.
Cabe recordar que Ramírez –quien denunció la existencia de más de 140 presos políticos en Nicaragua– participó en 1979 de la revolución que derrocó a Anastasio Somoza, y que fue vicepresidente del país entre 1985 y 1990. Como buen demócrata, se distanció del régimen cuando advirtió que Ortega comenzaba a tomar las mismas decisiones del viejo dictador a quien había contribuido a sacar del poder.
La farsa electoral se viene gestando desde la promulgación de leyes encaminadas a limitar la libertad de expresión y coartar la cooperación extranjera con organizaciones de la sociedad civil, así como la anulación de las personerías jurídicas de partidos opositores y el hostigamiento a sus dirigentes. De esta forma, el camino ha quedado allanado para que el dictador Ortega y su mujer, Rosario Murillo, lleguen a las elecciones sin escollos.
Nicaragua hoy no es una excepción en América Latina. A imitación del castrismo cubano y del régimen venezolano, varias dictaduras populistas se consolidan en la región. El binomio Ortega-Murillo ha aniquilado cualquier posibilidad de elecciones libres, transparentes y democráticas.
A pesar de estar cada vez más aislados, poco o nada parecen valer los reclamos que se formulan desde la comunidad internacional, que no ha dudado en calificar de atentado a la democracia lo que está sucediendo en el país centroamericano.
Todo indica que Ortega será reelegido como cabeza del régimen dictatorial que ha pisoteado los derechos de los nicaragüenses y empobrecido al país. El reclamo internacional no debe cesar.