Extorsivo y perimido sindicalismo
Incapaces de abandonar sus privilegios para defender los derechos de los afiliados, siguen tomándolos de rehenes mediante el uso de la coerción
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Si algún día se publicara un compendio que reuniera las desmesuras en las que incurren desde hace años diariamente muchos de los representantes locales de un sindicalismo tan vetusto en sus propuestas como enriquecido a costa de los trabajadores, la cantidad de tomos podría darnos una idea del fenómeno. Ciertamente no por la cantidad de nombres, apenas un puñado de eternizados en sus sillones, ellos o sus familiares, si no por su inagotable capacidad para entorpecer y obstruir el normal desenvolvimiento de una sociedad ya cansada de sus abusos y atropellos.
Edgardo Llano es el líder de la Asociación del Personal Aeronáutico (APA) desde hace 19 años, tras haber sido reelegido consecutivamente por quinta vez, en otra muestra de la oxidación y degradación de unas falsas democracias sindicales con juntas electorales adictas. Presidente interino de la sección de Aviación Civil de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF), este reconocido ultrakirchnerista y miembro de La Cámpora es también secretario adjunto de la CTA de Hugo Yasky.
Acostumbrado a la buena vida que sus cargos le procuran, viajó días pasados a Cancún para participar de la cumbre de la ITF. En el encuentro estaba otro transportista, el secretario general adjunto de Camioneros, Pablo Moyano, vicepresidente regional de esa federación internacional para América Latina y el Caribe, digno heredero de su padre – otro personaje resistente a las prácticas democráticas, cuyos mandatos no se miden en años, sino en décadas – con quien comparte un nivel de vida llamativo.
“Sin duda, movemos al mundo” posteó Llano, jactancioso, dispuesto a disfrutar de un fin de semana en el Caribe, alejado de las enormes preocupaciones que castigan a sus representados. El lunes siguiente a las PASO, ni bien descendió del avión que lo trajo de regreso, para confirmar sus afirmaciones y como muestra inmediata de su poder, fue el gestor de un sorpresivo paro de los trabajadores de la empresa estatal Intercargo, proveedora de servicios de maleteros en aeropuertos, que se extendió por 12 horas y que motivó la cancelación de más de 60 vuelos en el Aeroparque. Se sumaron luego a la medida interrupciones en Córdoba, Mendoza y Ezeiza, donde tampoco se acató la conciliación obligatoria dispuesta por el Ministerio de Trabajo. Unos 12.000 damnificados sufrieron cancelaciones y reprogramaciones, muchos recién para los días siguientes, con los consiguientes costos y trastornos.
La cancelación de vuelos en distintos aeropuertos, que causó trastornos por más de 12 horas a muchísimos pasajeros, es otra muestra contundente del autoritarismo que ejercen quienes usan a sus representados para dirimir internas políticas y seguir enriqueciéndose impunemente
El origen de este viejo conflicto se encuentra en el encuadramiento sindical del personal de la empresa Swissport Argentina, que brinda servicios de handling –recepción de equipajes en el check in y su depósito en la cinta transportadora– a Intercargo, que los traslada desde allí hasta el avión. Esos trabajadores pertenecen a la Unión de Personal de Aeronavegación de Entes Privados (Upadep), pero el sindicato liderado por Llano pretende, desde hace tiempo, imponerles la representación gremial de APA.
Así como Moyano atropella con el Registro de Trabajadores de App para forzar, por ejemplo, la afiliación de los repartidores de Mercado Libre o de los motociclistas de servicios de delivery, Llano, persiste en desconocer también que en la Argentina rige la libre afiliación sindical. Las cuotas sociales o los fondos de las obras sociales que manejan opacamente nunca lucen suficientes.
Intercargo realizó las correspondientes presentaciones legales, dado que el conflicto le es ajeno, mientras que las autoridades del Ministerio de Trabajo siguen sin resolver la disputa de fondo con medidas de fuerza que se reiteran. En esos pases de facturas entre sindicalistas, los usuarios son, una vez más, sufridos rehenes, como también lo son los alumnos cuando Roberto Baradel hace de las suyas o los pasajeros del transporte público quedan a pie por las huelgas. Experta en roscas y aprietes, la oligarquía sindical adoptó la prepotencia y la violencia como método extorsivo. Renuente a rendir cuentas de sus nada transparentes gestiones, sus millonarios patrimonios son la mejor carta de presentación de los reconocidos “gordos”.
Una corporación sindical hoy debilitada ante la precarización y caída del trabajo formal redobla sus esfuerzos en pos de los reclamos de sus líderes, cada vez más alejados de las necesidades y preocupaciones de sus representados, cuyos justos derechos no están en condiciones de defender.
Incapaces de ponerse a la altura de las circunstancias, aferrados a sus privilegios y a rígidas concepciones largamente perimidas, optan por distanciarse de las nuevas demandas que el mundo laboral plantea en el siglo XXI, confrontan con una sociedad cansada de sus violentos y extorsivos procederes y se resisten a las impostergables reformas que el país necesita para iniciar un camino de desarrollo.