Expulsados al exilio
Las trabas al progreso y la penosa situación de un país que alguna vez fue tierra de inmigrantes conducen a cada vez más argentinos a buscar otros destinos
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Casi a diario, se publican noticias acerca de empresas que deciden abandonar y disminuir su exposición en la Argentina, al tiempo que se multiplican experiencias de personas y familias enteras que buscan otros destinos para sus vidas.
Si bien nuestro país fue tradicionalmente tierra de inmigrantes, asistimos también a exilios voluntarios e involuntarios en nuestra historia. Sobre esta diáspora, en los años setenta, un viejo tema del rock nacional, interpretado por Seru Giran, ya afirmaba: “Autos, jets, aviones, barcos, se está yendo todo el mundo. Ves cómo la Cruz del Sur está cambiando de rumbo”.
Según datos oficiales, cerca de un millón de compatriotas residen hoy en otros países del globo, por lo que, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), esa cifra representa el 2,2% de la población argentina actual.
La economía no crece desde hace más de una década, alrededor del 50% de la población se encuentra debajo de la línea de pobreza, la tasa de desempleo ha vuelto a ser de dos dígitos, la mitad de los estudiantes no concluye sus estudios secundarios y la vida institucional sufre bombardeos permanentes.
La farmacéutica estadounidense Eli Lilly, que produce medicamentos contra la diabetes y enfermedades complejas, anunció el final de sus operaciones directas en la Argentina, sumándose a la larga lista de empresas que decidieron partir en el último año y medio. A firmas de capitales chilenos, como Latam y Falabella, se añadieron marcas de indumentaria deportiva como Asics y Under Armour, de Japón y los Estados Unidos, respectivamente; la petrolera china Sinopec y la cadena de retail Walmart.
No hay tiempo que perder cuando la esperanza cotiza a la baja y nuestros hijos creen que no hay futuro en su país
Lamentablemente la lista no termina allí, ya que Adidas y Nike están definiendo su futuro y el golpeado escenario del mercado aéreo ya no incluye a las aerolíneas Emirates, Air New Zealand, Qatar Airways y Norwegian.
En octubre del año pasado la electrónica Brightstar se marchó de Tierra del Fuego luego de vender sus activos locales al simbólico valor de un dólar, mientras que la fabricante francesa de parabrisas Saint Gobain Sekutir cerró su planta en la ciudad bonaerense de Campana y migró su operación a Brasil, el mismo camino que siguió la división de pinturas para automóviles de la alemana BASF.
Frente a estrategias regionales de salida de empresas extranjeras, la Argentina no puede exponer argumentos para tratar de retenerlas, sobre todo luego de la recalificación financiera y crediticia como país standalone, que en castellano vulgar equivale a señalarnos que estamos solos y a la buena de Dios.
Algunas de las razones que impulsan el éxodo empresarial y que se suman al efecto de la pandemia y a la desinversión regional son la inseguridad jurídica, el mal clima para los negocios con recesión sostenida y brutal caída de la actividad económica, la poca rentabilidad, la excesiva presión impositiva, la inflexibilidad del régimen de contratación de trabajadores, las trabas operativas, la falta de financiamiento a tasas razonables –con un riesgo país que ronda los 1600 puntos– y una presión tributaria que crece de manera desmadrada. La crónica es la de una muerte anunciada.
Duele más todavía asistir al éxodo de jóvenes convencidos de que en la Argentina no hay futuro. Muchos de los hermanos venezolanos que llegaron obligados a estas tierras, corridos por el autoritarismo y la insensatez de la dictadura chavista, ahora palpitan un déjà vu a la criolla, mientras familias enteras sueñan y proyectan su futuro en otros destinos.
La alerta roja está encendida y el desencanto amenaza con continuar expulsando compatriotas. Una vez más, necesitamos los acuerdos para encolumnarnos masivamente detrás de la reconstrucción argentina. No hay tiempo que perder cuando la esperanza cotiza a la baja y nuestros hijos se van. Lo peor que podría pasarnos sería confirmar que la Argentina es un proyecto fallido, cuya única salida es Ezeiza. No dejemos que nos apaguen la luz.