Evaluar para mejorar
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Los resultados de las pruebas Aprender 2022 fueron taxativos: cuatro de cada diez estudiantes que terminan el secundario no evidencian un nivel satisfactorio en Lengua, mientras que en Matemática, ese número se eleva a ocho de cada diez.
El informe “Desigualdad y aprendizajes. Comparaciones entre la Argentina y América Latina” del Observatorio de Argentinos por la Educación confirma las deficiencias y revela alta desigualdad de aprendizajes. Nuestro país ocupa el puesto 13°, sobre 14, en el aprendizaje de Lectura y el 11° en Matemática a nivel de tercer grado. Al considerar el período 2013-2019, se planteaba que nuestro país estaba entre los de menor desigualdad de ingresos de la región, pero entre los peores por la desigualdad de aprendizajes. Claro está que lo observado entonces pudo no solo perdurar sino también haber sido factor de agravamiento de la desigualdad de ingresos actual, dado que la educación es claro instrumento de movilidad social.
Ante tan preocupante evidencia, conviene no olvidar que de poco sirve evaluar si no se definen cuáles pueden ser las vías para el mejoramiento de la situación. Desde el Laboratorio de Innovación y Justicia Educativa del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), se apunta la necesidad de identificar también a los usuarios de los resultados y el empleo que se dará a la información al momento de diseñar las pruebas, para que no respondan solo a los cambios que impone una gestión de gobierno. Se destacó asimismo la importancia de que las provincias y la Nación eviten superposiciones mediante una mayor coordinación evaluativa para que actúen de manera complementaria, contando para ello con recursos nacionales si lo requirieran.
Estos expertos aconsejan una planificación en las mediciones con un horizonte de 10 años, con evaluaciones censales cada 5 años en tercer grado, completada la alfabetización básica, y en primer año del secundario para maximizar la cantidad de alumnos evaluados, sin perder la información de quienes luego puedan abandonar sus trayectorias.
Con el objetivo de ampliar el concepto de calidad educativa, proponen también incorporar el estudio de habilidades socioemocionales tanto cognitivas –resolución de problemas y concentración– como emocionales –empatía y resiliencia–, así como de comunicación y colaboración.
Tan importante como revertir la crítica situación económica y social que atravesamos resulta atender la emergencia educativa, sin lo cual todo lo que consigamos caerá tarde o temprano en saco roto. El desafío es mayúsculo y escuchar las voces de quienes pueden acercar propuestas valiosas es imperativo para quienes resulten elegidos en las próximas elecciones. La educación no admite demoras ni personalismos. Debemos consensuar ya el mejor camino.