Esterilización adolescente, entre la inmadurez y lo irreversible
El paso por la adolescencia debe ser acompañado por adultos responsables que ayuden a los jóvenes a ejercer sus derechos de la mejor manera posible
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Una profunda preocupación ha causado en numerosos sectores de la sociedad la campaña del Ministerio de Salud de la Nación que invita a jóvenes a partir de los 16 años a realizarse intervenciones quirúrgicas –en la mayoría de los casos irreversibles– como las vasectomías y las ligaduras de trompas.
La campaña oficial, lanzada recientemente en conmemoración de la Semana para la Prevención del Embarazo Adolescente en América Latina, también destaca que, desde los 13 años, los preadolescentes pueden informarse sobre los métodos anticonceptivos, “sin compañía de personas adultas”, frase que aparece destacada en el flyer que divulgó el ministerio nacional.
Ante las fuertes críticas recibidas, la cartera que conduce Carla Vizzotti se justifica en que lo que se está dando a conocer son solo los derechos que tienen los jóvenes, según leyes actualmente vigentes, sancionadas en 2002 y 2006 (programa nacional de salud sexual y procreación responsable, y régimen de intervenciones para la contracepción quirúrgica, respectivamente).
Hay muchísimos métodos para atender la sexualidad antes que recurrir a la vasectomía o la ligadura de trompas
La pregunta es: ¿qué hace esa misma dependencia pública para concientizar debidamente a los jóvenes de tan corta edad sobre las medidas de cuidado y las múltiples opciones que tienen sobre salud sexual antes de optar por una intervención quirúrgica que, además de implicar riesgos como todo acto de ese tipo, puede equivaler a una esterilización de por vida?
¿Por qué privilegiar en la agenda pública estas supuestas “soluciones” capaces de marcar irreversiblemente a fuego la vida de los chicos? ¿Qué harán si en un futuro sienten la necesidad de ser padres biológicos, impedidos ya como consecuencia de haberse esterilizado quirúrgicamente a una edad tan temprana? ¿Por qué no anteponer hoy el cuidado físico y mental de tantísimos adolescentes a los que la pandemia ha convertido en seres miedosos y angustiados, hasta el punto de encontrarse muchos de ellos transitando profundas angustias y depresiones? ¿Cómo pretender que tomen decisiones drásticas en una etapa de su existencia dominada por las dudas, las inseguridades, la falta de proyectos, el hambre y la indigencia en los sectores más vulnerables? No podemos seguir desatendiendo su educación, priorizando estas cuestiones. ¿Por qué no enfocarse en sacarlos del pozo educativo en que se encuentran, con gravísimos problemas de comprensión de textos simples, según lo demuestran pruebas nacionales e internacionales de enseñanza? Nadie dice que no ejerciten sus derechos. Lo que está en juego son las prioridades por atender y procurar resolver. Hay muchísimos métodos para atender su sexualidad antes que recurrir a la vasectomía o la ligadura de trompas. Aquí también se trata de prevenir respecto de lo que podría no tener vuelta atrás.
En un duro comunicado, la Comisión Episcopal para la Vida y la Familia sostuvo que “la exigencia ética de promover una paternidad responsable nunca debe abrir camino a métodos que atentan contra la dignidad de la persona, que acotan la noción de libertad humana o que cargan con la responsabilidad sobre personas que aún no han alcanzado la madurez necesaria para decidir sobre procesos irreversibles”.
Se debe tratar de prevenir respecto de lo que podría no tener vuelta atrás
En la misma línea se pronunció el Consorcio de Médicos Católicos de Buenos Aires. “Para el ser humano, tenga la edad que tenga, la esterilización es un procedimiento que aniquila una parte fundamental de la persona: su capacidad de transmitir la vida. En un país de escuelas tomadas por sus propios estudiantes y en el que el objetivo de muchos jóvenes es el Aeropuerto de Ezeiza, ¿pensamos realmente que esta campaña soluciona algo o es una muestra más de nuestra progresiva decadencia?, sostiene la declaración, que lleva la firma de la presidenta del consorcio, Elena Passo, quien aboga por “un mundo más sano, en el que se respeten la vida y la integridad de todos”.
El a veces demasiado largo y hasta tortuoso paso por la adolescencia debe ser acompañado por adultos responsables que no solo les reconozcan derechos, sino que los ayuden a ejercerlos de la mejor manera, prestándoles la debida atención y proveyéndoles los cuidados necesarios con vistas al futuro que hoy, por inexperiencia y acaso cierta audacia, los jóvenes podrían llegar a malograr.