Espada, hábito y gloria
Diario El Comercio/Perú
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LIMA.- Si hay un peruano que no necesita más reconocimientos para confirmar su enorme talla intelectual y artística, ese es Mario Vargas Llosa. Aparte de los innumerables galardones asociados a las letras recibidos a lo largo de su vida, la obtención del Premio Nobel de Literatura en 2010 significó, sin duda, su consagración como uno de los más grandes novelistas de los dos últimos siglos. Hoy, sin embargo, el autor de Conversación en La Catedral ha sumado a la larga lista de honores que ya posee uno más, y de singular relevancia: ha sido incorporado a la Academia Francesa.
Esto, que para cualquier escritor que se exprese en la lengua de Voltaire y Balzac sería un logro impresionante, constituye en el caso de Vargas Llosa un mérito sin precedentes, pues toda su producción literaria ha sido labrada en nuestro idioma. No es esa, empero, la única excepción que ha hecho la Academia Francesa al acogerlo. También ha dejado de lado el prurito de no incorporar como miembro a una persona que tenga más de 75 años. El narrador nacido en Arequipa, como se sabe, ha alcanzado ya los 86 años de edad.
Felizmente, una de las características más notables del autor de La guerra del fin del mundo es que ni los emblemas de la gloria ya conquistada ni la edad han sido excusas para pensar en el retiro. Continúa escribiendo sus columnas quincenales y librando batallas ideológicas y principistas contra la amenaza totalitaria y empobrecedora que desde hace décadas se cierne sobre América Latina.
En las horas más oscuras es cuando una lucidez y una valentía como las suyas se echan de menos y es por eso que, de alguna manera, en medio del trance ingrato que vivimos, todos en el país nos sentimos partícipes del honor que él acaba de recibir. La espada, el hábito y la gloria conforman, en realidad, una indumentaria moral que Vargas Llosa hace tiempo vestía, pero que la actual incorporación hace resplandecer con un especial brillo.