Espacios que no son ceniceros
Afortunadamente, la humanidad ha comprendido el enorme daño asociado al fumar y ya nadie discute las funestas implicancias de un vicio que pierde adeptos, pero que sigue matando y no solo a los fumadores.
Nuestro planeta carga con la contaminación que producen colillas a las que les tomará por lo menos 25 años degradarse, nunca totalmente. Se trata de 4,5 trillones de colillas anuales, el mayor aporte a la basura de los océanos -cifra que supera a los plásticos- del que se tenga registro. Cada colilla puede contaminar 50 litros de agua potable. No son biodegradables ni compostables. Varias especies animales las tragan, al confundirlas con comida, con grave riesgo para su supervivencia.
Estos omnipresentes elementos, que por su tamaño no saltan a nuestra vista, contienen sustancias altamente concentradas por tratarse de un filtro, que incluyen arsénico, plomo y nicotina, entre otros tóxicos. Además, en tiempos de mayor conciencia ambiental, a diferencia de lo que ocurre con una pajita o una bolsa de nylon claramente ligados al uso responsable que de nosotros se espera, la mayoría de la gente no fuma y termina desentendiéndose de una preocupante cuestión que no puede quedar exclusivamente subordinada a la conducta individual de un fumador.
Ocean Conservancy (oceanconservancy.org), una ONG norteamericana que trabaja desde hace 30 años en océanos y playas de todo el mundo, reporta que un millón de personas de 120 países han trabajado voluntariamente en la limpieza de kilómetros de costas a nivel internacional. Jóvenes argentinos llevan adelante la Maratón #Recolillacción, organizada por la ONG local Colillas al Tacho (facebook.com/ColillasAlTacho/?ref=br_rs) en distintos lugares de la costa. Armados con guantes y botellas plásticas trabajaron en playas, calles o espacios públicos. Con las jornadas de limpieza y concientización pretenden dar visibilidad a un problema que no se resuelve colocando solamente más tachos. Su accionar llama la atención y, además de ser ejemplificador, sirve para sumar espontáneos voluntarios ocasionales.
Fruto de la iniciativa individual, muchos paradores de localidades costeras colocaron creativos dispositivos con latas o recipientes donde arrojar colillas para uso ocasional de los fumadores.
En la ciudad de Buenos Aires, se estima que se arrojan unos 5 millones de colillas diarias sobre veredas y calles. El legislador de GEN Sergio Abrevaya presentó un proyecto de ley en la Legislatura porteña, impulsado por la Asociación Civil Eco House, para controlar este pernicioso hábito entre los más de 650.000 fumadores porteños. El año pasado, otro proyecto aprobado por iniciativa de Abrevaya prohibió fumar o arrojar colillas en patios de juegos de parques y plazas, con elevadas multas e incluso días de arresto. Hay otro proyecto complementario que contempla el involucramiento de las tabacaleras en el mejoramiento de la calidad de las colillas y en la ubicación de cestos y espacios para disponer finalmente de ellas.
A la hora de cuidar el planeta, educar y crear conciencia es fundamental. Difundir el conocimiento científico sobre el tema de la basura en los océanos, comprometer a distintos actores en soluciones y promover e implementar políticas de prevención y reducción con leyes acordes son medidas que no tenemos que posponer. Recordemos que no hay planeta B.