Enseñar programación
Apesar del sistemático afán gubernamental por trabar el desarrollo local de la economía del conocimiento, está visto globalmente que, de su mano, se abre un enorme mercado de oportunidades laborales. Es cierto que la pandemia cambió muchos planes y que impactó visiblemente en la educación, pero la poca incidencia que la programación tiene en la currícula escolar no es nueva. Pese a esto, cabe destacar una iniciativa de hace algunos años cuando, a través del Consejo Federal, los ministros provinciales del área acordaron avanzar en un plan de educación digital que la incluía, junto con la robótica, como asignaturas obligatorias. Este era el año en que esta acción debía concretarse, pero las prioridades cambiaron.
Pensar en enseñar programación en un país en el que la pandemia acrecentó la brecha entre las escuelas de gestión privada y las de gestión estatal plantea muchas dificultades. Según datos del Observatorio Argentinos por la Educación, el 86,6% de los estudiantes de colegios privados cuentan con wi-fi o conexión de banda ancha en sus hogares, mientras que ese porcentaje cae al 60,7% entre quienes asisten a las públicas.
Está claro que los obstáculos son muchos, y de gran peso en el día a día de las familias, pero es momento de pensar en qué tipo de vida deseamos para nuestros niños y adolescentes. Hoy, en un mundo completamente digitalizado y con una demanda de agilidad como nunca antes habíamos experimentado, no es posible esperar a la secundaria para que empiecen a hacer sus primeros pasos en programación o robótica. Estas materias tienen que integrar la escolaridad primaria, y algunos hasta se animan a hablar del ciclo inicial. Además, debe darse en todos los colegios, sin importar su modalidad de gestión. Si esto no sucede, solo veremos cómo se acrecienta la brecha entre ricos y pobres, precarizando aún más las condiciones de vida de estos últimos, porque los trabajos de baja especialización serán cada vez más escasos o casi nulos.
Aprender a programar equivale a adentrarse en un nuevo lenguaje, por eso la recomendación de internalizar tempranamente códigos y algoritmos. Al mismo tiempo, programar exige creatividad y pensamiento abstracto, ayuda a trabajar en equipo y a resolver problemas.
En nuestro país hay numerosas empresas y ONG que toman el compromiso de acercar a los menores la opción de aprender sobre IT. Es de destacar, por ejemplo, el reciente acuerdo entre Globant y Mercado Libre para capacitar a 10.000 jóvenes de América Latina en programación en dos años. Pero no dejan de ser esfuerzos desarticulados, que tendrían un mejor resultado si el Estado estuviera impulsando la enseñanza de estas habilidades para llegar a todos las escuelas del país.
Cabe aclarar que los citados programas, que suelen desprenderse de las áreas de Responsabilidad Social Empresaria, son muy valiosos, pues abren puertas a la inclusión laboral y social de muchos jóvenes que se hallaban en una situación de vulnerabilidad hasta adquirir estos conocimientos. Incluso, en ocasiones lo hacen mediante convenio con universidades o municipalidades y mediante sistemas de becas.
Así como en un momento se concibió como una ofensa a los derechos de las personas que estas no estuvieran alfabetizadas, lo mismo empieza a suceder hoy cuando se evalúa la impronta que tendrá en los próximos años contar o no con saberes tecnológicos. Urge brindar una educación de igual calidad para todos, porque es nuestro deber garantizar a los niños de hoy el acceso a los conocimientos que contribuyan a su mejor preparación para el futuro.
Como país es importante que entendamos que la economía del conocimiento es la puerta de entrada a un mayor desarrollo económico, es apostar a la innovación para potenciar la producción de bienes y servicios. Formar en estas nuevas disciplinas a nuestros niños y jóvenes es brindarles la oportunidad de ser protagonistas en una Nación en crecimiento. Para eso debemos dar a esta industria el lugar que merece y educar a las jóvenes generaciones en los códigos de la digitalización.