Enemigos de hoy, culpables de mañana
El oficialismo sigue disparando al voleo, sin ton ni son, en lugar de buscar soluciones de fondo a problemas como la falta de inversiones
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Mientras la sociedad espera políticas sustentables para alentar el crecimiento, comenzar con la urgente tarea de eliminar la pobreza, crear empleos, educar a la juventud, combatir el narcotráfico y brindar seguridad, el oficialismo dispara sus escopetas verbales al voleo, esperando cazar algún voto distraído con la profusión de perdigones.
Esos “escopetazos” sin ton ni son contrarios a los principios económicos más elementales, pero para la izquierda nacional el fin justifica los medios y la impunidad de Cristina Kirchner es un objetivo superior al que pretenden continuar subordinando el bienestar general. Hasta Juan Grabois tuvo que morderse la lengua tras reconocer que le hacía “ruido” la fortuna de la familia Kirchner, cuando La Cámpora lo persuadió de que, en el contexto electoral, sus palabras habían sido “torpes e imprudentes”, aunque no erradas. Mejor no aclarar, que oscurece.
Con la inflación a toda vela, el riesgo país sin techo y la pobreza en tan dramático como doloroso aumento, la única estrategia posible, para quienes recibieron la orden de seguir gastando, es identificar enemigos para echarles la culpa de lo que ocurre hoy y de lo que ocurrirá mañana.
Desde el ya célebre “Sí, pero Macri” hasta el FMI, pasando por el “golpe blando” denunciado por Victoria Tolosa Paz, la “antipatria” de Martín Guzmán y el “pérfido” sector financiero, todos serían traidores al supremo interés nacional ante los cuales el Gobierno no ha de arrodillarse. Los discursos kirchneristas eluden cualquier propuesta de fondo y solo preparan el terreno para el día posterior a las elecciones. Es la prueba “preconstituida” que marca, con anticipación, chivos expiatorios para cuando deban estabilizar el país que hoy escoran.
Roberto Feletti, a cargo de la Secretaría de Comercio, sostiene, como en 1953, que la inflación es culpa de los empresarios y no de la emisión monetaria. Un alegato tan burdo como insostenible incluso para un niño en edad preescolar. El propio presidente Alberto Fernández hizo suyo ese relato falaz días atrás, pese a que un video de 2013 lo muestra criticando al gobierno de Cristina Kirchner y, en particular, la gestión de Guillermo Moreno, por recurrir a los controles de precios para combatir la inflación en lugar de mirar la descontrolada emisión monetaria.
También culpan a los medios independientes, por dar malas noticias. Es decir, por cumplir con su deber: informar acerca de la verdad de los hechos.
Como parte de la estrategia, tanto la diputada Fernanda Vallejos como la titular de la AFIP, Mercedes Marcó del Pont, han reflotado el tema de las “offshores”, confundiendo causas con efectos. La búsqueda de “malos argentinos” que ocultan fortunas en el exterior, en lugar de invertir en su país, es otro “escopetazo” al aire, para hacer rimbombantes denuncias de corte político y amedrentar opositores.
Este medio conoce bien el tema, pues participó en la investigación de los llamados “Pandora Papers” y, con anterioridad, de los “Panamá Papers” conducida por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ). Y ha publicado y continúa publicando sus resultados.
Nuestro país es líder en el ranking mundial de fuga de capitales. Es decir, de ahorros que la población no mantiene en el circuito bancario local, sino debajo del colchón o en cuentas en el exterior. La Argentina carece de moneda desde hace décadas y como ha sufrido diversas confiscaciones (el “ahorro forzoso”, el plan Bonex o el “corralito”) se ha dañado la confianza. No hay que buscar otras causas.
Tener ahorros en moneda extranjera, en efectivo o en cuentas del exterior, no constituye un ilícito, sino la forma de preservar el fruto del trabajo, en un país sin seguridad jurídica y con permanentes crisis fiscales. Si esas cuentas están abiertas a nombre de personas humanas o de sociedades extranjeras, “offshores” o no, es irrelevante. Lo importante es que sus “beneficiarios últimos” las hayan declarado ante el fisco argentino.
En lugar de hacer de esto un tema político electoralista, Vallejos y Marcó del Pont deberían fijar su atención sobre lo que tienen bajo sus narices: los fondos que se fugan “en blanco”, a través de pagos con dólares del Banco Central, esto es con maniobras de sobrefacturación de importaciones. O bien, como se hizo tantos años, a través del pago de servicios de ingeniería, máquinas y equipos con precios “inflados”, financiados con impuestos diferidos por la promoción industrial o en obras públicas con alto componente importado, contratadas con sobreprecios. Aquel fue el caso de Alcalis de la Patagonia, ahora del escandaloso Cristóbal López.
Durante el kirchnerismo, hemos visto cómo la “Rosadita” lavaba millones de dólares mal habidos a través de retornos por obras en Santa Cruz, todavía objeto de procesos penales en la justicia federal. En casi todos los casos de corrupción, exfuncionarios y contratistas utilizaron vehículos “offshore” para canalizar fondos, como Lázaro Báez y el Helvetic Service Group. El caso que más irritó a la expresidenta fue el de José López, su secretario de Obras Públicas, quien, en lugar de utilizar una guarida en Seychelles, arrojó bolsos en un convento.
La forma de lograr que aquellos capitales, declarados o no, ingresen a la Argentina, no es con demagógicas denuncias políticas carentes de sentido y fuerza ejecutoria, sino creando confianza. Mercedes Marcó del Pont se queja porque el gobierno anterior redujo la tasa de bienes personales al 0.5%. Pero tampoco reconoce que, durante el gobierno de Cristina Kirchner, se hicieron dos “blanqueos” con resultados irrelevantes. El lanzado por la gestión anterior en 2017 logró, en cambio, la exteriorización de activos más grande del mundo (US$ 110.000 millones). Si bien no se exigió repatriarlos, fueron la base que permitió luego gravarlos con el impuesto a la riqueza y con la tasa aumentada del 2,25% en Bienes Personales.
Difícilmente pueda medirse el inconmensurable daño que este gobierno, sin rumbo ni liderazgo alguno, está provocando al país. La única fórmula para crear empleo, reducir la pobreza y bajar la inflación, sin un shock recesivo, es mediante el ingreso de capitales que permita intentar recuperar el valor de la moneda, eliminar la “brecha” y normalizar la economía. Los “escopetazos” disparados en forma dispersa y contradictoria, solo alejan más y más cualquier razonable solución a los gravísimos problemas que enfrentamos.