Encrucijada norteamericana
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El primer debate presidencial entre Joe Biden y Donald Trump puso en evidencia la falta de energía vital en un caso y de apego a la verdad en el otro, con vistas a los comicios de noviembre próximo. Biden se mostró inseguro y, por momentos, perdido. Le costó explicar lo que haría en un segundo mandato y responder a las provocaciones de Trump. Según medios especializados en chequeo periodístico, se le contabilizaron a Trump más de 30 afirmaciones dudosas sobre los más diversos temas, además de haber esquivado preguntas directas sobre la toma por asalto del Capitolio en enero de 2021 y sobre si aceptará el resultado de las elecciones en caso de volver a perder.
El mal desempeño de Biden puso en crisis al Partido Demócrata. Muchos de sus integrantes no ven al actual mandatario con posibilidades de enfrentar al candidato republicano ni con el vigor suficiente para manejar el destino del país. A ello debe agregarse la crisis surgida entre los donantes y recaudadores de fondos que ven mermados los ingresos para el tramo final de la campaña.
Biden confirmó que no se bajará de la carrera por la presidencia con un enérgico discurso en un acto de campaña en Carolina del Norte. La cuestión radica en si el Partido Demócrata se atreverá a buscar otro candidato antes de agosto cuando se realizará la convención para proclamar oficialmente al aspirante a la presidencia.
Una encuesta de la cadena CBS News y la firma YouGov, realizada después del debate entre 1134 votantes registrados, determinó que el 72 por ciento de los encuestados estimó que Biden no debería postularse para la reelección, una suba de 9 puntos en comparación con la misma pregunta realizada en febrero pasado. Con respecto al candidato republicano, el sondeo arrojó que el 54 por ciento dice que no debería postularse.
En este complicado escenario no debe dejarse de lado la decisión de los denominados double haters, es decir, aquellos votantes a quienes les disgusta tanto uno como otro candidato. A estos electores habrá que sumar a los demócratas y republicanos afiliados y convencidos, que ahora podrían no estarlo ante el poco atractivo que despiertan ambos.
La elección presidencial del 5 de noviembre será la más trascendente para los Estados Unidos en más de un siglo. Estará en juego el porvenir de la libertad y de la democracia. El futuro de los Estados Unidos, y en gran medida de la escena internacional, dependerá de quién sea el próximo presidente norteamericano.
La encrucijada está planteada: o Biden, quien mostró fragilidad para gobernar el país por otros cuatro años pero que asegura el respeto y la continuidad democrática, o Trump, a quien poco parece importarle el apego a los principios democráticos y al Estado de Derecho, como lo ha venido demostrando.