En peligro, el planeta que no queremos ver
Sin el calentamiento del planeta, inducido por la actividad humana, la mayoría de los desastres climáticos no habrían tenido el poder de destrucción que padecemos
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Este año hemos batido otro récord de temperaturas en la Tierra. Se registraron los tres meses más calurosos de la historia, según la Organización Meteorológica Mundial (OMS). De acuerdo con los científicos, el principal factor que impulsa las altas temperaturas son las emisiones antropogénicas, es decir, las producidas por la actividad humana.
• El Servicio de Cambio Climático Copérnico, de la Unión Europea, informó que la temperatura global promedio del planeta fue alrededor de 1,5 grados más cálida que en el período preindustrial. Durante este tercer trimestre se registraron temperaturas anormales tanto en el hemisferio norte como en el invierno del hemisferio sur. Van solo algunos ejemplos:
• Durante el verano, y como resultado de temperaturas récord, baja humedad y deshielo prematuro de la nieve, Canadá sufrió una ola de incendios que destruyeron más de 15 millones de hectáreas, una superficie similar a la de la provincia de Salta.
• En Hawai, una serie de condiciones climáticas sin precedentes contribuyeron a lo que podría ser la peor catástrofe natural de su historia: el incendio forestal más mortífero de los Estados Unidos en más de un siglo arrasó Maui, este agosto, causando la muerte de unas cien personas.
• En la costa norte de Libia se produjo un nivel de precipitaciones de tal magnitud que hizo colapsar dos represas provocando la muerte de 4000 personas y la desaparición de más de 9000. Posiblemente allí la organización para la evacuación haya sido deficiente y cabe destacar que, a menudo, las crisis climáticas ocurren en Estados fallidos y el resultado es el tipo de desastre que se padeció en Derna. Sin duda, el nivel de precipitaciones que azotó la costa norte de Libia ha sido inusual.
• Casi al mismo tiempo, en Brasil, abundantes lluvias inundaron en pocas horas localidades enteras del sur del país, dejando a su paso muerte y destrucción. Dos escenarios, Libia y Brasil, que evidencian precisamente los efectos del calentamiento global y la lentitud de los gobiernos para adaptarse a la crisis climática.
• En Bolivia, la situación es también delicada. Afronta una sequía que, en los últimos meses, aceleró el proceso de extinción de varios de sus glaciares en la cordillera de los Andes. La falta de lluvias afectó principalmente el occidente del país, donde nacen varios ríos de la cuenca amazónica. En Potosí, en El Alto y en La Paz, las autoridades vigilan con preocupación el descenso de las aguas.
• La Argentina, por su parte, sufrió el año pasado la peor sequía de la última centuria. En La Plata, la peor precipitación registrada en agosto en 60 años obligó a evacuaciones masivas.
• El hielo marino de la Antártida tuvo el registro máximo más bajo de la historia. Desde que comenzaron a sistematizarse los datos, en 1979, es la primera vez que no ha superado los 17 millones de kilómetros cuadrados. Según el Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve de los Estados Unidos, el hielo en esa zona se achica cada vez más rápido.
Sin el calentamiento del planeta inducido por el hombre, la mayoría de estos desastres no habrían tenido la magnitud y el poder de destrucción registrados. Esta es la conclusión más importante de científicos de la iniciativa World Weather Attribution (WWA), quienes trabajan para evaluar en qué medida el cambio climático inducido por el hombre alteró la probabilidad y la intensidad de estos acontecimientos mortales.
Por medio de modelos climáticos se ha analizado si los eventos extremos como inundaciones, incendios, sequías u olas de frío son consecuencia del calentamiento global. Se ha llegado a la conclusión de que es posible afirmar que las emisiones de gases de efecto invernadero tienen relación directa con la mayor cantidad de olas de calor y con la reiteración de fenómenos meteorológicos extraordinarios.
Si bien es cierto que muchos fenómenos de este tipo no son atribuibles al cambio climático, existen abrumadoras pruebas de que varios eventos extremos, ahora más frecuentes, se deben, efectivamente, a la emisión de gases de efecto invernadero.
Los hechos mencionados destacan una situación que resulta ya ineludible: el calentamiento global no es una ilusión, sino una realidad palpable y ese aumento de las temperaturas exige un incremento de la acción política con el objetivo de evitar pérdida de vidas humanas y monumentales perjuicios económicos.
Es el momento de que los líderes refuercen la presión para que los países encuentren las herramientas adecuadas para luchar contra el cambio climático.
El clima cambiante ya no es una amenaza abstracta que podría acechar nuestro futuro lejano: ocurre en estos momentos. La falta de un compromiso con el ambiente nos lleva a una emergencia climática sin precedentes. Debemos tomar las medidas necesarias, sin más demoras. El planeta no puede esperar y no hay planeta B.