En la cancha como en la vida
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La literatura deportiva tiene buena recepción en las escuelas y en tiempos de promoción de la lectura se convierte en una valiosa herramienta. Quien tal vez no se acerque a una novela disfrutará las historias de superación de deportistas que han ganado proyección y que se vuelven excelentes ejemplos para muchos jóvenes.
Los Murciélagos es el seleccionado masculino argentino de fútbol 5 para ciegos. Nacieron en 1988 y adoptaron su nombre en 2002. Son quienes nos representan cada cuatro años en los Juegos Paralímpicos y en el Campeonato Mundial de Fútbol para Ciegos. Su recorrido está jalonado por el esfuerzo que debieron invertir para sortear, sin visión, mil y un obstáculos. En el comienzo, usaban una pelota hecha de chapitas de gaseosas para poder escucharla, que en muchos casos terminaba lastimando a los jugadores. Tiempo después llegaría la famosa pelota con cascabel que les permite orientarse en la cancha.
Por fuera de sus muchos trofeos deportivos, incluidos dos mundiales y los Parapanamericanos, Los Murciélagos realizan exhibiciones y han convocado a jugar con ojos tapados a Las Leonas, Los Pumas y a la selección argentina de fútbol, en su afán por derribar prejuicios. “El fútbol se siente y se interpreta, no solo se ve”, decía el entrenador Martín Demonte en la previa de los juegos de Tokio al intentar explicar cómo estos jugadores analizan las jugadas en video.
Un libro recientemente publicado recoge aquel pasado valioso que los condujo a este celebrado presente. “Fútbol Ciego (el arte de volar como Los Murciélagos)”, escrito por Alejandro Ansaldi y publicado por Ediciones Al Arco, recoge historias con nombre y apellido que rescatan también el valor del esfuerzo colectivo. Nos acercan a Enrique Nardone, quien dejó el negocio familiar para completar el profesorado de educación física y que fue quien arrancaría con el fútbol para ciegos. También a Silvio Velo, protagonista de innumerables hazañas, incluida la de convertirse en el mejor jugador del mundo en la disciplina.
Los Murciélagos, el mejor nombre que pudieron elegir, salen a perseguir los sueños, no se quedan, y eso es lo que intentan transmitir a la gente a pesar de no contar con todo el apoyo económico y estratégico que necesitarían. Su recorrido es una historia de superación. Practican un deporte muy complejo que demanda una habilidad impresionante. Y ese espíritu deportivo potenciado colectivamente se exacerba y se vuelve el mejor ejemplo para quienes nos amedrentamos ante obstáculos y dificultades.