En defensa de los liceos militares
Resultaría contraproducente que estos institutos sean apartados de la discreción y neutralidad para pasar a depender de vientos político-partidarios
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No llama para nada la atención que cada vez que un ministro habla sobre cuestiones de su cartera se produzcan controversias de alguna intensidad. En el marco de una polémica reforma de los liceos militares que promueve el Gobierno, las afirmaciones del ministro de Defensa, Agustín Rossi, contrarias a la enseñanza religiosa en los liceos militares incluyeron la imputación al expresidente Mauricio Macri de haberla reintroducido.
No ha sido así, como le han respondido tanto desde fuentes del Obispado castrense como desde el seno de familias de alumnos de los liceos y centros que agrupan a graduados de esas instituciones de primer nivel en el ámbito de la enseñanza secundaria en el país. No hay actualmente ninguna materia con contenido religioso en la currícula. La modalidad, que venía ya desde el gobierno de Cristina Kirchner y que se prolonga en el gobierno de más de un año y medio de Fernández, consiste en impartir, de manera extracurricular, conocimientos sobre religión, catequesis y formación ética y espiritual para los alumnos que libremente opten por recibirlos fuera del horario de clases.
En el Liceo Naval Militar Almirante Brown se inscribe en tales cursos optativos entre el 15 y el 20 por ciento de los cadetes. Ante una tradición profundamente católica de nuestras Fuerzas Armadas y de las casas educativas de esa órbita, desde los mismos días de aquel mayo revolucionario, no se comprende que se abogue por suprimir estos espacios para quienes lo deseen. La contradicción se plantea también al observar cuántos son los funcionarios que concurren al Vaticano a sacarse fotos con el Papa, para luego encarnar estas actitudes, enarbolando incluso la bandera del aborto.
El propio general Juan Domingo Perón comprendió el sentido de los liceos militares, al punto de que supo fundar, por sugerencia del almirante Enrique V. García, el primer Liceo Naval, en 1946. Lo hizo como una continuación en la Armada del Liceo Militar General San Martín, constituido en 1937 en jurisdicción del Ejército. Estos centros forman oficiales para la reserva. En 80 años de existencia han pasado por sus aulas más de 70.000 argentinos; muchos se han destacado en ciencias, en disciplinas humanistas y en los deportes.
Desde el Ministerio de Defensa se promueve una renovación de los planes de estudio y de la instrucción militar en los liceos. Uno de los temas que suscitan discusión son las prácticas de tiro a partir del tercer año, que se quieren reemplazar con simuladores, una cuestión cuya relevancia muchos relativizan, pero que no debería involucrar a quienes están más cerca de la graduación como oficiales de reserva.
Por los resúmenes que debe de haber obtenido de las jornadas pedagógicas realizadas en los últimos tres meses, el ministro conocerá, además, la resistencia expresada por padres y exalumnos a que los liceos entren en la esfera de gravitación de la Universidad de Defensa Nacional.
Es razonable que sea así. Esa universidad no es autónoma ni autárquica como las demás universidades nacionales. Sobre ella influyen los vientos político-partidarios, o sea, de facción del ministerio del ramo, y no la discreción y neutralidad que han inspirado en general a las direcciones de educación de las respectivas fuerzas de las que dependen los liceos.
Estos institutos no modelan militares, sino ciudadanos capacitados para comprender desde la sociedad civil la sensibilidad y los problemas específicos de quienes hacen de la defensa nacional una profesión contemplada por la Constitución nacional. Por eso no debe extrañar el respaldo de los graduados en favor del régimen de internado, que contribuye a forjar una disciplina respetuosa de las normas legales, de la autoridad y las instituciones. El espíritu de camaradería se fortalece bajo esas condiciones, como la noción de que los hombres libres deben aprender a valerse por sí mismos y que la intensa actividad física y deportiva contribuye al desarrollo de la capacitación intelectual.
Las jornadas pedagógicas que acaban de finalizar arrojaron conclusiones en apoyo de los exámenes de ingreso, a fin de que se seleccione a los más aptos para absorber una educación exigente, y de un sistema de becas integrador, y por lo tanto de naturaleza democrática, de aquellos estudiantes cuyas familias no puedan costear la carga de la enseñanza.
Como ciudadanos debemos celebrar el funcionamiento de estas casas de estudios que han estado a salvo, mucho más que otras, de la degradación en diversos órdenes que ha sufrido el país en estas últimas dos décadas.