El sublime valor de la vida
Cuando una sociedad clama unida desde el dolor por un ser inocente que no pudo defenderse, se refuerza la conciencia sobre el valor de la vida
Ha transcurrido ya un mes de conmoción ante el horrible crimen que se cobró la vida de un joven de 19 años en Villa Gesell. Una sociedad consternada intenta explicar las razones que condujeron a tan fatal desenlace desde miradas disímiles que permiten incluso extrapolarse, pero con un común denominador. Como quedó evidenciado en la masiva marcha al Congreso de días atrás, todas confluyen en un pedido de justicia que contribuya a evitar que estos violentos hechos se repitan.
Cuesta entender el ensañamiento y la ferocidad del ataque impuesto sobre un muchacho indefenso desde una acción colectiva. Hay indicios que permiten incluso presuponer algún nivel de artera premeditación. Las pruebas acumuladas permiten también delinear una identificación de roles entre los atacantes, presuponiendo dónde pueden haber estado los liderazgos, pero sin menoscabar todas y cada una de las participaciones.
El único hijo de una familia ha partido de manera tan violenta como injusta. Hemos sabido de sus esfuerzos como estudiante, del amor que supo despertar en su novia y entre sus amigos, de su compromiso solidario con el prójimo, de su profundo vínculo con sus padres. A sus cortos 19 años se proyectaba hacia el futuro cargado de valiosas promesas. Su abrupto final socavó las entrañas de una sociedad sensible que, consternada, alza la voz.
Una vida que se pierde no se recupera, solo sobrevivirá en el recuerdo de los cercanos. Con ella, un proyecto se trunca, el futuro se esfuma y lo que pudo haber sido nunca será. Con todo lo bueno y lo malo del presente, la brutalidad del mundo en que vivimos pretende convencernos de que la vida, per se, carece de valor o, peor aún, que algunas vidas valdrían más que otras. Sin embargo, un hecho como el que referimos nos shockea y nos despierta de ese ensueño peligroso de creer que una muerte es nada más que una muerte.
Cuando una sociedad clama unida desde el dolor por quien no pudo defenderse refuerza la conciencia sobre el valor de la vida. Esa misma sociedad es la que, sin duda confundida con eslóganes cargados de egoísmo, ideología, hedonismo o superficialidad, asiste dividida a un debate que no encuentra explicación desde el más profundo y esencial concepto de humanidad. Un debate que nos divide en torno al valor de la vida.
Una ecografía realizada a partir de la duodécima semana permite ver y oír con enorme grado de detalle el corazón de la nueva vida que late en el seno materno. La ingeniería biomédica y la llegada de las impresiones en 3D han conducido a que incluso padres ciegos puedan "ver" con sus manos los rostros de sus bebés, corporizados en volúmenes.
Las imágenes, en cualquier dimensión, siempre disparan fuertes sentimientos. Asistir al registro de los momentos más tempranos de la vida constituye una experiencia única e inolvidable. Cuando, cargadas de dramatismo, otras imágenes nos devuelven desde un celular la feroz agresión contra quien no puede defenderse, se magnifica cuán ofensivo para la vida resulta cualquier ataque.
Hablamos del valor de la vida. De toda vida. Celebramos que tantas voces se alcen para pedir justicia ante la trágica muerte de Fernando y nos unimos a ellas. Una sociedad capaz de sensibilizarse colectivamente ante el brutal ataque que se cobró tan injustamente una vida instala un valioso registro: la muerte de un inocente indefenso nos subleva y conmociona.
Ojalá que como sociedad mantengamos viva la conciencia sobre el valor de toda vida y asumamos el compromiso que de todos se espera a la hora de defenderla.