El sistema de las PASO debe ser derogado
Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias se han convertido en una virtual trampa electoral, que puede ser fuente de inestabilidad política
Debe celebrarse que al menos un senador nacional de la oposición, como el misionero Maurice Closs, haya presentado recientemente un proyecto de ley para derogar el cuestionado sistema de Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), al que desde esta columna editorial hemos calificado como un verdadero despropósito nacional.
Las elecciones libres y la democratización de los partidos políticos son pilares de la república que deben ser siempre cuidados. Pero desarrollar un sistema de primarias abiertas, obligatorio para todas las fuerzas políticas, para que sus líderes terminen eligiendo a dedo y entre cuatro paredes a sus candidatos a cargos electivos resulta un absoluto contrasentido.
Los recientes comicios del 11 de agosto, cuya característica fue la falta de competencia interna en la inmensa mayoría de las fuerzas políticas y de los distritos del país, resultaron absolutamente innecesarios. Mucho más aún si se advierte que le costaron al erario alrededor de 4000 millones de pesos.
Está claro, después de varias experiencias similares, que las PASO, en la práctica, no han servido para el propósito con el que algunos las imaginaron: que los partidos seleccionaran a sus candidatos con la participación de toda la ciudadanía.
Pero no fue ese el único problema que causaron las primarias abiertas. Lo más grave pasa por el riesgo de crisis institucional que generan estos comicios, al realizarse nada menos que cuatro meses antes del traspaso del poder presidencial.
Los convencionales que reformaron la Constitución Nacional en 1994, con la entonces todavía latente experiencia de la crisis de 1989, merced a la cual Raúl Alfonsín debió anticipar la entrega del poder al entonces presidente electo Carlos Menem, buscaron acotar al máximo el período entre las elecciones presidenciales y la transferencia del mando. Para ello, establecieron que los comicios generales debían efectuarse dentro de los dos meses anteriores a la asunción del nuevo presidente y que la eventual segunda vuelta se realizara dentro de los treinta días de celebrada la primera. Pero con la inclusión de las PASO, a través de la ley sancionada a fines de 2009, durante la presidencia de Cristina Kirchner, se anticiparon los tiempos y se dio lugar a la posibilidad de que un resultado contundente en favor de un candidato de la oposición dejara prematuramente débil a un presidente en ejercicio pese a que no hubiera aún una elección formal.
De esta manera, las PASO se han constituido en un elemento de inestabilidad política imprevisto, además de inútil y costoso, que debería ser derogado cuanto antes por el Congreso.